Dios interviene cuando se le alaba
Un avivamiento tiene una parte que depende de nosotros
Muchas cosas pueden ocurrir sólo con que alabemos al
Señor
Pastor Rafael Montalvo
Iglesia Cristiana
República Dominicana
Estamos a la puerta de un avivamiento y esto implica muchos
elementos para esta Iglesia. Dos de estos elementos son la alabanza y la
adoración. ¿Qué otros elementos forman parte de este avivamiento? Oración, evangelismo, sanidad, discipulado,
intercesión, ayuno, santidad y pureza, consagración, inversión, estudio de la
Palabra, amor, servicio, unidad, fe, humildad (un manto que nos va ayudar a
recorrer grandes distancias sin caer porque un enemigo tremendo y oculto, difícil, es el orgullo ), poder,
misiones…
Todos estos elementos forman parte de un avivamiento.A
veces decimos: “Queremos un avivamiento”, pero no sabemos lo que esto implica.
Pensamos que el avivamiento caerá de una manera automática, del cielo, y que
porque hay un avivamiento todo el mundo va a orar cuatro horas, todo el mundo
ayunará todos los días, todo el mundo leerá diez capítulos de la Biblia diario…
eso no es así, hermanos.
Si hay un avivamiento, habrá una mayor manifestación
del Espíritu, habrá ligereza en el andar, un mayor fluir, claro que sí, pero
hay muchas cosas en las que nosotros tenemos que empezar a estirarnos, que
tenemos que comenzar a involucrarnos, a pagar un precio, a dar de nosotros, a
ofrendar más, a adorar más, a esforzarnos en la alabanza, a esforzarnos en
intersección, a esforzarnos para doblegar nuestra carne, para vivir vidas más
puras, más santas.
Es una parte que tiene que ver con nosotros, hermanos.
Dios hace su parte, el Espíritu Santo hace su parte, pero la otra parte nos
corresponde a nosotros. No pensemos que un avivamiento depende totalmente, cien
por ciento, de Dios, porque no es así.
También en la alabanza y la adoración hay una parte
que nos corresponde a nosotros. Por ejemplo, muchos de nosotros podemos irnos
extendiendo en nuestro tiempo de alabanza y adoración. Quizás tú puedes
comenzar y alabar al Señor desde aquí hasta ahí (señala una corta distancia),
eso pudiera representar tres, cinco, diez minutos… no sé, pero puedes hacer un
esfuerzo para seguir alabando al Señor todavía más y proclamar como el
salmista: “Alma mía, bendice a Jehová” (Salm 103:1). Se trata de una alabanza
consciente, una alabanza espontánea, una alabanza voluntaria. Te puedes
extender un poquito más, pero no sólo en cuanto a tiempo, sino también en
cuanto a tu acercamiento con el Señor.
Vas penetrando más y más y más en su presencia. No te
conformas con lo que tienes, no te conformas con estar en los atrios del
templo, en los patios, en las áreas de las afueras, y ahí oler la presencia de
Dios, y ahí recibir las olas de la presencia de Dios, sino que tú dices: “No,
no, yo quiero meterme adentro, yo quiero ir al lugar santo, yo quiero ir al
lugar santísimo, quiero estar más en su presencia, no sólo en cuanto a tiempo,
sino también en cuanto a intensidad y en cuanto a calidad”.
Y entonces es un tiempo en que Dios nos va revelando
cosas de nuestros corazones, aspectos de nuestras vidas de los que no estábamos
conscientes. Entonces viene la necesidad de obediencia, de arrepentimiento, de
que apartes de ti, por obra del Espíritu Santo, lo que el Señor te muestra que
debes apartar y de que confieses delante del Señor tus faltas.
Imaginemos que, por ejemplo, pasemos los próximos diez
días buscando intensamente la presencia del Señor, orando, confesando nuestros
pecados, alabándole, adorándole, reconociendo las áreas que El nos está
indicando, restableciendo relaciones
rotas, tratando de quitar todo lo que es la apariencia de nuestras vidas, y ser
transparente delante de el Señor y de los demás, sin querer impresionar ni
allantar ni a Dios ni a nadie.
Luego de diez días en esta práctica, nos juntamos aquí
el jueves ¡Qué tipo de culto será ese! Que nos pasemos diez días
extendiéndonos, saliéndonos de la comodidad… ¿Qué pasaría, hermanos? Que todos,
desde antes de pisar aquí, estaremos entre aleluyas y Gloria a Dios, hablando en
lenguas o con un cántico nuevo, bendiciendo al señor, adorándole, con un hambre
por la palabra de Dios, con una santidad en su corazón, con un anhelo por la
presencia de Dios, con una intensidad en su intersección.
¿Se dan cuenta hermanos que el avivamiento tiene una
parte importantísima que depende de nosotros? No es que Dios nos quiere
bendecir más, sino que nosotros estamos más dispuestos, nosotros estamos más
preparados, estamos más santificados, estamos más hambrientos de su presencia.
Uno de los elementos que depende de nosotros tiene que
ver con la alabanza, con la adoración.
Hemos dicho que la alabanza tiene un poder sobre los espíritus
de las tinieblas. Hemos puesto, a modo de ejemplo, el caso de Saúl. Un rey que,
por algunas circunstancias, cayó presa un espíritu maligno. Dice en el libro de
Samuel que “cuando el espíritu malo
departe de Dios venia sobre Saúl, David tomaba el arpa, y tocaba con su mano, y
Saúl tenia alivio, y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él” (1
Sam 16:4-23).
Fíjense lo que ocurría: David tomaba el arpa y tocaba
con su mano (ni siquiera se dice que canta), y Saúl tenía alivio, estaba mejor
y el espíritu malo se apartaba de él.
En primer lugar, alabamos a Dios porque El es digno,
alabamos a Dios porque El lo merece,
alabamos a Dios por quien El es, por las cosas que el hace a favor
nuestro, alabamos a Dios por sus atributos, por su misericordia, por su bondad,
por su amor, por su benignidad, por su paciencia con nosotros, alabamos a Dios
porque estamos agradecidos por lo que El ha hecho.
Hemos dicho que un corazón agradecido trae como
consecuencia una boca que alaba. Cuando no hay agradecimiento en el corazón,
tampoco hay alabanza en la boca.
La alabanza tiene otro aspecto que debemos considerar.
Influye en el mundo espiritual, parece que incide de una manera poderosa en los
demonios, de manera tal que, cuando este demonio estaba en Saúl, molestándole,
importunándole, poniéndole pensamientos de homicidios o poniéndole pensamientos
suicidas, o pensamientos depresivos, estaba afectándole, y entonces cuando
David comenzaba a tocar, dice la Palabra de Dios que Saúl sentía alivio y que
estaba mejor, y que el espíritu malo se apartaba de él. Es decir, había en esos
momentos (si podemos llamarle así) una liberación.
David, un hombre ungido, un muchacho ungido, que Dios
estaba sobre él, estaba ministrando y estaba tocando.
Quiero decirte que hay muchas cosas que pueden ocurrir
en nuestras familias, hay muchas cosas que pueden ocurrir en tu centro de
trabajo, quizás cuando nosotros vamos solos en el carro o quizás cuando vamos
caminando o vamos en un transporte publico, muchas cosas pueden comenzar a
ocurrir solamente con que nosotros alabemos al Señor.
Veamos el caso de Josafat en Crónicas, dice: “Y habido consejo con el pueblo, puso algunos
que cantasen y alabasen a Jehová, vestidos de ornamentos sagrados, mientras salía
la gente armada y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque su misericordia es
para siempre” (2f Crónicas 20:21). Y cuando comenzaron a entonar cantos de
alabanza, Jehová puso contra los hijos Amón, Moab y del monte de Seir, las
emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los
otros.
¿Qué aconteció aquí? La verdad que la Biblia no nos
dice que aconteció. Podemos hacer algunas deducciones, imaginarnos algunas
cosas, pero estaban estos tres ejércitos, listos para emboscar al ejército de
Josafat, y el ejército de Josafat comenzó a cantar, los cantores estuvieron
adelante adorando y bendiciendo al Señor,
diciendo: “Glorificad a Jehová
porque su misericordia es para siempre”. Fíjense que ni siquiera estaban
cantando un cántico de guerra, “Destrúyelos señor, y tú eres más fuerte que
nuestros enemigos”. No era un cántico de
guerra. Estaban adorando y alabando al Señor, proclamando “glorificad
a Jehová porque su misericordia es para siempre”, y fue entonces cuando Jehová
actuó.
No sabemos si hubo confusión en el ejército enemigo y
pensaron que los demás aliados eran sus adversarios. No sabemos si hubo aquí
una especie de ceguera colectiva o una ilusión y comenzaron a ver sombras y atacarse
o se volvieron locos. El hecho es que hubo allí una confusión, comenzaron a
matarse entre ellos mismos… lo cual estuvo precedido de la alabanza de un grupo
de adoradores, que comenzaron a decir: “Glorificad
a Jehová porque su misericordia es para siempre”.
Hermanos, no digo que no tengamos que hacer guerra
espiritual ¡claro que sí! Sin embargo, muchas veces no necesitamos de guerra
espiritual, muchas veces lo que necesitamos es un corazón de adorador, un
corazón agradecido, un corazón que ame al Señor. Es comenzar a bendecir su
nombre, lo cual agrada a Dios, pero también va limpiando caminos, elimina
alimañas, va limpiando los aires. Mientras alabas al Señor, se abren puertas.
Pienso, por ejemplo, que es bueno, si hay una persona
enferma, ponerle una música cristiana, ponerle la Biblia hablada para que
escuche la palabra de Dios. Música que eleve el espíritu, alabanzas que sean de
bendición para nosotros porque de alguna manera (no sé como esto sucede) limpia
los aires, algo ocurre en el mundo espiritual.
Recordemos un caso que se nos narra en Hechos 16.
Después de Pablo y Silas haber sido azotados, dice el versículo 22: “Y se agolpó el pueblo contra ellos y los
magistrados rasgándole las ropas ordenaron azotarle con varas, después de
haberle azotado mucho, los echaron en la cárcel mandando al carcelero que los
guardase con seguridad, el cual habiendo recibido este mandamiento, los metió
en el calabozo de más adentro, y les aseguro los pies en el cepo, pero a media
noche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios, y los presos los oían”
(Hechos 16:22-26).
Oigan hermanos: a media noche, Pablo y Silas, sin
instrumentos, sin abanicos, sin aire acondicionado, sin haber sido curadas sus
heridas, en un estado físico deplorable, comenzaron a orar y a cantar al señor,
y de una manera tan alta que dice que los presos los oían.
¿Qué sucede muchas veces hoy en día? Si no tenemos un
piano que nos de unos acordes, como que la unción se va, como que no hay unción,
si no hay una batería que nos anime, como que no hay unción, como que no hay
animo, como que la alabanza está floja. ¿Qué es lo que pasa? Si hace mucho
calor: “¡Ay mira, aquí no se puede alabar a Dios con este caloraso!”. O si hace
mucho frío….
Sin embargo, aquí estaban estos dos hombres en una
situación terrible, difícil, amarrados, encadenados, con los pies metidos en un
cepo, los habían azotado muchísimo, me imagino que sus espaldas sangrando, adoloridos,
y a media noche, ellos empezaron a cantar himnos a Dios… me imagino a Pablo diciéndole
a Silas: “Silas, tú te sabes “Tu fidelidad, es graaande..”, vamos a cantar ese”.
Y comenzaban a cantar ese, y quizás Silas era un poco más ortodoxo y le dice: “Pablo
¿tú te sabes el 241 del himnario de gloria?” “No, ese no me lo sé”… Comenzaron
a cantar himnos, uno detrás de otros, no
sé sabe cuántos himnos cantaron, pero ¿qué estaban haciendo? ¡Estaban alabando
a Dios!
No sé qué estarían pensando los presos en ese momento…
a lo mejor pensarían: “Pero estos hombres estarán locos… quizás es que le
afectaron la mente por todos los golpes que le dieron … bueno, con los varazos
que le dieron quizás le afectaron el cerebro, o quizás botaron mucha sangre y están
delirando”. Y el carcelero… qué pensaría.
Dice la Palabra que los presos lo oían. Es decir, que
no era algo entre ellos dos, como “Vamos a cantar aquí, bajito. Vamos a alabar
al Señor de una manera prudente… “tu fidelidad es grande...” (lo cantas bien
bajito y sin ánimo)”. Esa no era la tónica, mis hermanos. No era bajito, para
no escandalizar. Comenzaron a cantar a voz en cuello.
En el versículo 26 dice: “Entonces sobrevino de repente…” Otra vez, Dios interviene, Dios
desciende, Dios hace algo, cuando hay alabanza, Dios habita en medio de la
alabanza: “Entonces vino un gran
terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían, y al
instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron”…
algo ocurrió allí, motivado por la alabanza.
Pensemos que hubiera acontecido si Pablo y Silas
comienzan a lamentarse: “Pobrecitos de nosotros ¿por qué Dios permite esto?”, y
comienzan a filosofar: “La mano de Dios se ha ido, Dios nos ha dejado, porque
si Dios hubiera estado con nosotros, esto no nos pasa, yo no hice nada ¿por qué
nos tratan así? Porque si nosotros hubiéramos sido ladrones, pero estamos
predicando el evangelio, el Señor nos mandó… entonces, porque permite esto…” . No.
Pablo y Silas no comenzaron a hacer tantas y tantas preguntas, sino que
comenzaron a alabar a Dios y Dios intervino. Vamos a adorar a nuestro Dios.
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