domingo, febrero 05, 2012

Desde la fe / Alabanza y avivamiento



Dios interviene cuando se le alaba

Un avivamiento tiene una parte que depende de nosotros

Muchas cosas pueden ocurrir sólo con que alabemos al Señor
Pastor Rafael Montalvo
Iglesia Cristiana
República Dominicana

Estamos a la puerta de un avivamiento y esto implica muchos elementos para esta Iglesia. Dos de estos elementos son la alabanza y la adoración. ¿Qué otros elementos forman parte de este avivamiento?  Oración, evangelismo, sanidad, discipulado, intercesión, ayuno, santidad y pureza, consagración, inversión, estudio de la Palabra, amor, servicio, unidad, fe, humildad (un manto que nos va ayudar a recorrer grandes distancias sin caer porque un enemigo tremendo y  oculto, difícil, es el orgullo ), poder, misiones…

Todos estos elementos forman parte de un avivamiento.A veces decimos: “Queremos un avivamiento”, pero no sabemos lo que esto implica. Pensamos que el avivamiento caerá de una manera automática, del cielo, y que porque hay un avivamiento todo el mundo va a orar cuatro horas, todo el mundo ayunará todos los días, todo el mundo leerá diez capítulos de la Biblia diario… eso no es así, hermanos.

Si hay un avivamiento, habrá una mayor manifestación del Espíritu, habrá ligereza en el andar, un mayor fluir, claro que sí, pero hay muchas cosas en las que nosotros tenemos que empezar a estirarnos, que tenemos que comenzar a involucrarnos, a pagar un precio, a dar de nosotros, a ofrendar más, a adorar más, a esforzarnos en la alabanza, a esforzarnos en intersección, a esforzarnos para doblegar nuestra carne, para vivir vidas más puras, más santas.

Es una parte que tiene que ver con nosotros, hermanos. Dios hace su parte, el Espíritu Santo hace su parte, pero la otra parte nos corresponde a nosotros. No pensemos que un avivamiento depende totalmente, cien por ciento, de Dios, porque no es así.

También en la alabanza y la adoración hay una parte que nos corresponde a nosotros. Por ejemplo, muchos de nosotros podemos irnos extendiendo en nuestro tiempo de alabanza y adoración. Quizás tú puedes comenzar y alabar al Señor desde aquí hasta ahí (señala una corta distancia), eso pudiera representar tres, cinco, diez minutos… no sé, pero puedes hacer un esfuerzo para seguir alabando al Señor todavía más y proclamar como el salmista: “Alma mía, bendice a Jehová (Salm 103:1). Se trata de una alabanza consciente, una alabanza espontánea, una alabanza voluntaria. Te puedes extender un poquito más, pero no sólo en cuanto a tiempo, sino también en cuanto a tu acercamiento con el Señor.

Vas penetrando más y más y más en su presencia. No te conformas con lo que tienes, no te conformas con estar en los atrios del templo, en los patios, en las áreas de las afueras, y ahí oler la presencia de Dios, y ahí recibir las olas de la presencia de Dios, sino que tú dices: “No, no, yo quiero meterme adentro, yo quiero ir al lugar santo, yo quiero ir al lugar santísimo, quiero estar más en su presencia, no sólo en cuanto a tiempo, sino también en cuanto a intensidad y en cuanto a calidad”.

Y entonces es un tiempo en que Dios nos va revelando cosas de nuestros corazones, aspectos de nuestras vidas de los que no estábamos conscientes. Entonces viene la necesidad de obediencia, de arrepentimiento, de que apartes de ti, por obra del Espíritu Santo, lo que el Señor te muestra que debes apartar y de que confieses delante del Señor tus faltas.

Imaginemos que, por ejemplo, pasemos los próximos diez días buscando intensamente la presencia del Señor, orando, confesando nuestros pecados, alabándole, adorándole, reconociendo las áreas que El nos está indicando,  restableciendo relaciones rotas, tratando de quitar todo lo que es la apariencia de nuestras vidas, y ser transparente delante de el Señor y de los demás, sin querer impresionar ni allantar ni a Dios ni a nadie.

Luego de diez días en esta práctica, nos juntamos aquí el jueves ¡Qué tipo de culto será ese! Que nos pasemos diez días extendiéndonos, saliéndonos de la comodidad… ¿Qué pasaría, hermanos? Que todos, desde antes de pisar aquí, estaremos entre aleluyas y Gloria a Dios, hablando en lenguas o con un cántico nuevo, bendiciendo al señor, adorándole, con un hambre por la palabra de Dios, con una santidad en su corazón, con un anhelo por la presencia de Dios, con una intensidad en su intersección.

¿Se dan cuenta hermanos que el avivamiento tiene una parte importantísima que depende de nosotros? No es que Dios nos quiere bendecir más, sino que nosotros estamos más dispuestos, nosotros estamos más preparados, estamos más santificados, estamos más hambrientos de su presencia.

Uno de los elementos que depende de nosotros tiene que ver con la alabanza, con la adoración.

Hemos dicho que la alabanza tiene un poder sobre los espíritus de las tinieblas. Hemos puesto, a modo de ejemplo, el caso de Saúl. Un rey que, por algunas circunstancias, cayó presa un espíritu maligno. Dice en el libro de Samuel que “cuando el espíritu malo departe de Dios venia sobre Saúl, David tomaba el arpa, y tocaba con su mano, y Saúl tenia alivio, y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él” (1 Sam 16:4-23).

Fíjense lo que ocurría: David tomaba el arpa y tocaba con su mano (ni siquiera se dice que canta), y Saúl tenía alivio, estaba mejor y el espíritu malo se apartaba de él.

En primer lugar, alabamos a Dios porque El es digno, alabamos a Dios porque El lo merece,  alabamos a Dios por quien El es, por las cosas que el hace a favor nuestro, alabamos a Dios por sus atributos, por su misericordia, por su bondad, por su amor, por su benignidad, por su paciencia con nosotros, alabamos a Dios porque estamos agradecidos por lo que El ha hecho.

Hemos dicho que un corazón agradecido trae como consecuencia una boca que alaba. Cuando no hay agradecimiento en el corazón, tampoco hay alabanza en la boca.

La alabanza tiene otro aspecto que debemos considerar. Influye en el mundo espiritual, parece que incide de una manera poderosa en los demonios, de manera tal que, cuando este demonio estaba en Saúl, molestándole, importunándole, poniéndole pensamientos de homicidios o poniéndole pensamientos suicidas, o pensamientos depresivos, estaba afectándole, y entonces cuando David comenzaba a tocar, dice la Palabra de Dios que Saúl sentía alivio y que estaba mejor, y que el espíritu malo se apartaba de él. Es decir, había en esos momentos (si podemos llamarle así) una liberación.

David, un hombre ungido, un muchacho ungido, que Dios estaba sobre él, estaba ministrando y estaba tocando.

Quiero decirte que hay muchas cosas que pueden ocurrir en nuestras familias, hay muchas cosas que pueden ocurrir en tu centro de trabajo, quizás cuando nosotros vamos solos en el carro o quizás cuando vamos caminando o vamos en un transporte publico, muchas cosas pueden comenzar a ocurrir solamente con que nosotros alabemos al Señor.

Veamos el caso de Josafat en Crónicas, dice: “Y habido consejo con el pueblo, puso algunos que cantasen y alabasen a Jehová, vestidos de ornamentos sagrados, mientras salía la gente armada y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre” (2f Crónicas 20:21). Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos Amón, Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros.

¿Qué aconteció aquí? La verdad que la Biblia no nos dice que aconteció. Podemos hacer algunas deducciones, imaginarnos algunas cosas, pero estaban estos tres ejércitos, listos para emboscar al ejército de Josafat, y el ejército de Josafat comenzó a cantar, los cantores estuvieron adelante adorando y bendiciendo al Señor,  diciendo: “Glorificad a Jehová porque su misericordia es para siempre”. Fíjense que ni siquiera estaban cantando un cántico de guerra, “Destrúyelos señor, y tú eres más fuerte que nuestros enemigos”.  No era un cántico de guerra. Estaban adorando y alabando al Señor, proclamando  “glorificad a Jehová porque su misericordia es para siempre”, y fue entonces cuando Jehová actuó.

No sabemos si hubo confusión en el ejército enemigo y pensaron que los demás aliados eran sus adversarios. No sabemos si hubo aquí una especie de ceguera colectiva o una ilusión y comenzaron a ver sombras y atacarse o se volvieron locos. El hecho es que hubo allí una confusión, comenzaron a matarse entre ellos mismos… lo cual estuvo precedido de la alabanza de un grupo de adoradores, que comenzaron a decir: “Glorificad a Jehová porque su misericordia es para siempre”.

Hermanos, no digo que no tengamos que hacer guerra espiritual ¡claro que sí! Sin embargo, muchas veces no necesitamos de guerra espiritual, muchas veces lo que necesitamos es un corazón de adorador, un corazón agradecido, un corazón que ame al Señor. Es comenzar a bendecir su nombre, lo cual agrada a Dios, pero también va limpiando caminos, elimina alimañas, va limpiando los aires. Mientras alabas al Señor, se abren puertas.

Pienso, por ejemplo, que es bueno, si hay una persona enferma, ponerle una música cristiana, ponerle la Biblia hablada para que escuche la palabra de Dios. Música que eleve el espíritu, alabanzas que sean de bendición para nosotros porque de alguna manera (no sé como esto sucede) limpia los aires, algo ocurre en el mundo espiritual.

Recordemos un caso que se nos narra en Hechos 16. Después de Pablo y Silas haber sido azotados, dice el versículo 22: “Y se agolpó el pueblo contra ellos y los magistrados rasgándole las ropas ordenaron azotarle con varas, después de haberle azotado mucho, los echaron en la cárcel mandando al carcelero que los guardase con seguridad, el cual habiendo recibido este mandamiento, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguro los pies en el cepo, pero a media noche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios, y los presos los oían” (Hechos 16:22-26).

Oigan hermanos: a media noche, Pablo y Silas, sin instrumentos, sin abanicos, sin aire acondicionado, sin haber sido curadas sus heridas, en un estado físico deplorable, comenzaron a orar y a cantar al señor, y de una manera tan alta que dice que los presos los oían.

¿Qué sucede muchas veces hoy en día? Si no tenemos un piano que nos de unos acordes, como que la unción se va, como que no hay unción, si no hay una batería que nos anime, como que no hay unción, como que no hay animo, como que la alabanza está floja. ¿Qué es lo que pasa? Si hace mucho calor: “¡Ay mira, aquí no se puede alabar a Dios con este caloraso!”. O si hace mucho frío….

Sin embargo, aquí estaban estos dos hombres en una situación terrible, difícil, amarrados, encadenados, con los pies metidos en un cepo, los habían azotado muchísimo, me imagino que sus espaldas sangrando, adoloridos, y a media noche, ellos empezaron a cantar himnos a Dios… me imagino a Pablo diciéndole a Silas: “Silas, tú te sabes “Tu fidelidad, es graaande..”, vamos a cantar ese”. Y comenzaban a cantar ese, y quizás Silas era un poco más ortodoxo y le dice: “Pablo ¿tú te sabes el 241 del himnario de gloria?” “No, ese no me lo sé”… Comenzaron a cantar himnos,  uno detrás de otros, no sé sabe cuántos himnos cantaron, pero ¿qué estaban haciendo? ¡Estaban alabando a Dios!

No sé qué estarían pensando los presos en ese momento… a lo mejor pensarían: “Pero estos hombres estarán locos… quizás es que le afectaron la mente por todos los golpes que le dieron … bueno, con los varazos que le dieron quizás le afectaron el cerebro, o quizás botaron mucha sangre y están delirando”. Y el carcelero… qué pensaría.

Dice la Palabra que los presos lo oían. Es decir, que no era algo entre ellos dos, como “Vamos a cantar aquí, bajito. Vamos a alabar al Señor de una manera prudente… “tu fidelidad es grande...” (lo cantas bien bajito y sin ánimo)”. Esa no era la tónica, mis hermanos. No era bajito, para no escandalizar. Comenzaron a cantar a voz en cuello.

En el versículo 26 dice: “Entonces sobrevino de repente…” Otra vez, Dios interviene, Dios desciende, Dios hace algo, cuando hay alabanza, Dios habita en medio de la alabanza: “Entonces vino un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían, y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron”… algo ocurrió allí, motivado por la alabanza.

Pensemos que hubiera acontecido si Pablo y Silas comienzan a lamentarse: “Pobrecitos de nosotros ¿por qué Dios permite esto?”, y comienzan a filosofar: “La mano de Dios se ha ido, Dios nos ha dejado, porque si Dios hubiera estado con nosotros, esto no nos pasa, yo no hice nada ¿por qué nos tratan así? Porque si nosotros hubiéramos sido ladrones, pero estamos predicando el evangelio, el Señor nos mandó… entonces, porque permite esto…” . No. Pablo y Silas no comenzaron a hacer tantas y tantas preguntas, sino que comenzaron a alabar a Dios y Dios intervino. Vamos a adorar a nuestro Dios.

No hay comentarios: