Resurrección
Este es
el editorial de Protestante Digital que hoy, domingo de resurrección,
compartimos
con ustedes. Un llamado a confiar y esperar, más allá de la muerte.
Un día como hoy
Jesús no necesitó ninguna iglesia, ni culto, ni
sistema para resucitar.
Tampoco jerarquías, ni
edificios, ni coros y música conmovedores.
Ni siquiera una oración, porque ningún ser humano siquiera esperaba que resucitase, ni que tal cosa se pudiese pedir. Todas las oraciones fueron hechas antes de su muerte, para superar el dolor, la prueba.
Sólo necesitó confiar hasta la muerte. Y esperar. Porque ¿Hay algo imposible para el Dios soberano, omnipotente, que cuenta las galaxias como arena de su playa? Su voluntad, ¿quién la impedirá?
Hay momentos en los que eso es todo lo que necesitamos.
Confiar hasta que las apariencias, los sueños, los planes, los presupuestos, los apoyos y estrategias van agonizando, demostrando su caducidad.
Confiar incluso mientras nuestras fuerzas se derrumban.
Seguir confiando aunque toda apariencia sugiera que Dios se ha olvidado de nosotros, nos ha dado la espalda.
Y ahí, en esa encrucijada sin nombre, sin horas, sin rumbo ni agenda… esperar.
No nos levantarán iglesias, ni jerarquías, ni sistemas, ni personas, ni sentimientos.
Nos levantará aquel que ha vencido a la muerte. El único que lo ha hecho a lo largo de toda la Historia de la humanidad. De esa realidad hay testigos, hay escritos, hay constancia que nos ayuda a confiar. Aunque siempre el último paso es un paso de fe.
Porque nada, nada, ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 8:38-39).
Nosotros lo hemos creído, lo seguimos haciendo. Y tú ¿crees tú esto?
Lo creas o no, un día todos estaremos figurada o físicamente en la tumba ¿En que confiarás entonces?
Un día como hoy...
Ni siquiera una oración, porque ningún ser humano siquiera esperaba que resucitase, ni que tal cosa se pudiese pedir. Todas las oraciones fueron hechas antes de su muerte, para superar el dolor, la prueba.
Sólo necesitó confiar hasta la muerte. Y esperar. Porque ¿Hay algo imposible para el Dios soberano, omnipotente, que cuenta las galaxias como arena de su playa? Su voluntad, ¿quién la impedirá?
Hay momentos en los que eso es todo lo que necesitamos.
Confiar hasta que las apariencias, los sueños, los planes, los presupuestos, los apoyos y estrategias van agonizando, demostrando su caducidad.
Confiar incluso mientras nuestras fuerzas se derrumban.
Seguir confiando aunque toda apariencia sugiera que Dios se ha olvidado de nosotros, nos ha dado la espalda.
Y ahí, en esa encrucijada sin nombre, sin horas, sin rumbo ni agenda… esperar.
No nos levantarán iglesias, ni jerarquías, ni sistemas, ni personas, ni sentimientos.
Nos levantará aquel que ha vencido a la muerte. El único que lo ha hecho a lo largo de toda la Historia de la humanidad. De esa realidad hay testigos, hay escritos, hay constancia que nos ayuda a confiar. Aunque siempre el último paso es un paso de fe.
Porque nada, nada, ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 8:38-39).
Nosotros lo hemos creído, lo seguimos haciendo. Y tú ¿crees tú esto?
Lo creas o no, un día todos estaremos figurada o físicamente en la tumba ¿En que confiarás entonces?
Un día como hoy...
No hay comentarios:
Publicar un comentario