lunes, mayo 14, 2012

Desde otra óptica / Un equilibrio difícil

Un gatopardismo necesario
Por Velia Govaere
Catedrática UNED
Los astros parecieran cambiar de signo en Europa. Los mercados reaccionaron nerviosos frente a la victoria de François Hollande y la catástrofe de los partidos tradicionales en las elecciones griegas. Así repudiaron esos pueblos las políticas teutonas de austeridad del dúo Merkel-Sarkozy, marcando la necesidad de una nueva orientación, so peligro de mayor alienación de los votantes.
¿Se avecinan realmente tiempos de cambio? Tal vez un poco, pero sólo de acento, no de rumbo. La cobija no da para tanto, porque es imposible regresar alegremente a la irresponsabilidad fiscal para salir de la recesión.  Antes la consigna era ahorro draconiano, ahora crecimiento a toda costa. Falsas disyuntivas. Un  acento desproporcionado en el ahorro dio lugar a una feroz contracción económica, que agravó en vez de suavizar el déficit fiscal. Eso sin hablar del desempleo y del descontento popular. Pero soltar los frenos del gasto público para promover crecimiento, terminaría agravando el entorno económico y las capacidades del Estado para brindar servicios sociales, universales y sostenibles. Más que un giro copernicano se trata, más bien, de un delicado ajuste del saneamiento de las finanzas públicas, con una inversión que permita reactivar la economía.
Siendo honestos, Sarkozy, por lo menos del diente al labio, decía que el ahorro no bastaba y que se necesitaba empujar el crecimiento. Esa canción no es nueva en Francia. Pero la batuta estaba en manos germanas, una de tantas razones que le costaron la elección. Es equívoco pensar entonces que Hollande es una alternativa radicalmente diferente de Sarkozy.
(Como francesa, vacilé hasta las últimas semanas, hasta que mi voto lo decidió el giro brutal de Sarkozy cuando buscó ganarse votos de la  extrema derecha, coqueteando con un racismo zenofóbico, que repudiaron hasta figuras emblemáticas de la derecha gala).
Ya Christine Lagarde, del mismo partido de Sarkozy y ex compañera de gabinete, directora ahora del FMI, había advertido los peligros del ahorro sin estímulos económicos para el crecimiento. Con la elección, aumentó su voz y condena abiertamente cualquier austeridad que ahogue la recuperación. Es la nueva moda. Hasta la Merkel habla ahora de crecimiento.
¿Nos volvimos sabios de repente? No es para tanto. El problema es que buscar una política equilibrada es mucho más fácil que encontrarla -lección aprendida en casa. Con todo y las exageraciones en austeridad, en ninguna parte se ha disminuido significativamente el  endeudamiento. Faltan inversiones que estimulen la economía, pero ni Alemania tiene fondos para eso. No existe fórmula mágica que combine ahorro e inversión, sin generar efectos no deseados. Así son las medicinas. Si se invierte, tal vez se crece, pero aumenta endeudamiento y cargas financieras. Queda menos para lo demás y, tarde o temprano, volvemos donde empezamos. Si se ahorra, la economía se contrae, aumenta el desempleo, los pueblos se indignan, los partidos moderados se debilitan, la democracia peligra y, antes, mucho antes  de eso…se pierden las elecciones. Si se ahorra y se invierte, ni se ahorra lo suficiente, ni se invierte lo necesario. No es cierto que quien peca y reza empata. Esa piedra filosofal no ha sido descubierta.
Imposible encontrar ese equilibrio para países que renunciaron a una política monetaria propia cuando se metieron en la camisa de fuerza del Euro, la piedra del zapato. La recuperación norteamericana ha ido de la mano del debilitamiento del dólar, que ha generado mayor competitividad, aumento de la demanda de productos domésticos más baratos y repatriación notable de manufacturas, a las que su debilitada moneda ofreció salarios competitivos. Países como España, sometidos al “diktat” franco-germano, enfrentan en las calles la indignación de sus poblaciones contra políticas sin rostro humano. Pero su adhesión al Euro reduce márgenes de maniobra. Grecia enseña que no son de tolerar clases políticas que venden soberanía por platos de lentejas.
En el pacto europeo de estabilidad, el duo Merkozy impuso un límite obligatorio al endeudamiento público. El cambio en la correlación de fuerzas marcado por las elecciones griegas y francesas se tendrá que reflejar ahí. Hollande no exige romperlo, sino solamente modificarlo, introduciendo modestas propuestas de inversión para el crecimiento, que nunca serán suficientes para contentar a todos.
Difícil le toca a un jefe de estado encontrar las arcas vacías y lidiar con aumentos impositivos, que nadie quiere, ajustes que a nadie satisfacen y ahorros que comprometen el futuro. En Junio, las elecciones legislativas le dirán a Hollande con cuanta fuerza parlamentaria cuenta. Pero ya antes tendrá que anunciar despidos masivos que Sarkozy pospuso en aras de ganar. El entusiasmo de sus seguidores se irá apagando conforme se vaya imponiendo la dura realidad. Hollande, si quiere abrir una nueva trocha, tendrá que hacerlo de forma homeopática. Magdalena no está para tafetanes y cualquier giro brusco podría ser catastrófico. Eso no va a dejar felices ni a Sirios ni a Troyanos. Pero es un gatopardismo necesario. Ahora se llamará Merkhollande: algo que cambia para que nada cambie. 

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