Testimonio escrito por Jaime Fernández
Ortíz, voluntario que pasó un año en nuestro país sirviendo a través de la
Fundación “Nuestros Pequeños Hermanos” (NPH).
Es difícil resumir en unas cuantas
palabras un año lleno de sensaciones, sentimientos e ilusiones. Si tuviese que
elegir una palabra que representara mi experiencia en NPH-RD
seria VITAL.
Cuando uno deja su patria, a su familia,
amigos y la comodidad de una vida tranquila y confortable lo hace movido
por una afán de ayudar a los demás y mejorar un poco este mundo, o al menos
la vida de unos cuantos niños. Ese fue el motivo que me hizo a mí venir hasta
San Pedro de Macorís, ayudar a mejorar la vida de 204 niños huérfanos.
La forma de conseguirlo era mediante las
actividades, juegos y el deporte. En el área de los Deportes el Futbol y el
Baseball fueron las estrellas indiscutibles. Creo firmemente que el
deporte es una de las mejores herramientas para el desarrollo físico, mental y
anímico de los niños, y consigue que los niños aprendan valores como el
compañerismo, la lealtad, la honestidad y la perseverancia.
En muchas ocasiones resultó difícil
entrenar, enseñar y mantener disciplina, algo fundamental en la práctica de
cualquier deporte, pero con mucha paciencia y sin olvidar el motivo por el que
vine aquí, se consiguieron grandes cosas.
Pero donde los niños eran ellos mismos y
donde más disfrutaban era en las excursiones a la playa. Cada
sábado los niños de una de las casa podían saltar, correr, bañarse en el mar y
jugar con la arena en Guayacanes. Es curioso observar la alegría que invade a
estos niños cuando están en contacto con el agua. Son realmente felices.
Estos niños llegan a NPH con falta de cariño, protección y
sin nadie que les sirva de ejemplo.
Creo que aquí en NPH encuentran todo eso. Se les da amor, una gran educación tanto académica, como religiosa y humana, y protección. En algunas ocasiones demasiada protección, porque no olvidemos que estos niños se convertirán en hombres y mujeres, y tendrán que aprender a conducirse en la vida por si mismos, sin el manto protector de NPH. Pero todos sabemos como son los padres con sus hijos, siempre se les intenta alejar de las cosas malas de la vida. Y eso sucede en todas las familias.
Creo que aquí en NPH encuentran todo eso. Se les da amor, una gran educación tanto académica, como religiosa y humana, y protección. En algunas ocasiones demasiada protección, porque no olvidemos que estos niños se convertirán en hombres y mujeres, y tendrán que aprender a conducirse en la vida por si mismos, sin el manto protector de NPH. Pero todos sabemos como son los padres con sus hijos, siempre se les intenta alejar de las cosas malas de la vida. Y eso sucede en todas las familias.
Y eso es lo que es NPH, una gran
familia. Con sus bondades y también con algunos errores. Porque no olvidemos
que estos adultos, educadores y voluntarios también tienen sus familias
y sus problemas, y no por el mero hecho de estar trabajando en una gran
causa, uno esta obligado a realizar todo a la perfección.
La motivación no siempre está al cien
por cien, en algunos momentos uno duda y el
cansancio en ocasiones no te deja pensar con claridad. Pero lo que es seguro es
que todas las personas que trabajan en NPH tienen la mejor de las intenciones y
un gran corazón. Y eso la mayoría de las veces es lo más importante para el
bienestar de los pequeños.
En este año he vivido multitud de cosas.
Momentos muy duros, como la muerte de Alberto, algo para lo que no estaba
preparado (bueno, y quien lo está?) Momentos difíciles cuando no
comprendía a los niños y aún más difíciles cuando no comprendía a los adultos.
Pero también momentos de diversión con los niños, mañanas de grandes victorias
y celebraciones y tardes de risas con los más pequeños de
mi casa, cada día alguno de ellos me sorprendía con algo y me enseñaba una
nueva lección. Quien diga que la parte inteligente del mundo somos los adultos,
se equivoca. Estos pequeños son más creativos, imaginativos, listos y
trabajadores que nadie que haya visto jamás. Todos tienen un buen fondo lleno
de bondad, sólo hay que enseñarles como mostrarlo a los demás.
Ahora regreso con mi familia de España,
pero tengan seguro que regresare, porque ahora tengo otra familia,
una familia muy numerosa y porque además del deber moral y humano que
he contraído con todos estos niños ahora también tengo la
responsabilidad ante Dios como padrino con dos de ellos, Luis Manuel y Yoan. Estos
pequeños han llegado a lo más profundo de mi ser.

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