Tuty:
acompañando a los más pequeños
Tantas historias
vividas por Tuty a lo largo de más de 25 años sirviendo, algunas con final
triste, otras con un final feliz, pero cada una la ha marcado de una manera
especial y la comprometen a seguir adelante
Nacida
en Santiago, Patricia Isabel para luego ser Altagracia Isabel Almonte Pichardo y
finalmente, por decisión propia, a los 5 años, y para zanjar las diferencias
familiares surgidas por su nombre, decidió que se llamaría Tuty, nombre por el
cual hoy todos la conocen.
Con una
familia de 8 hermanos y luego de un período nómada, pues su padre era militar,
se radican de manera definitiva en Santiago, Tuty contaba en ese momento con 6
años de edad. Creció viendo a su
alrededor a personas que servían de diferentes formas, de manera particular su
madre que era voluntaria en hospitales y, desde muy joven sintió ese llamado
para ayudar a los demás.
Cuenta
que siendo muy pequeña tenía un compañero de
escuela sordomudo por cuyo
defecto era discriminado y esto hizo
nacer en ella una profunda necesidad de ayudarlo, por lo que en las tardes lo
invitaba a su casa para platicar con él y ayudarlo a superar esa limitación. Señala ésta, tal vez, como su primera acción
voluntaria.
En sus
años de adolescencia siempre buscaba servir y se integra como voluntaria en la
institución Acción Callejera. Durante 4 años realiza distintas labores dentro
de esta organización.
Señala
que ha sido marcada de modo especial por la madre Teresa de Calcuta, quien se
convierte para Tuty en un modelo a seguir. “Voluntariado
no es solo dar amor y ayuda a los necesitados, sino que es también una
expresión del amor de Jesús por la humanidad. No concibo servir como voluntaria
sin la presencia de Dios en mi vida”, indica.
Apoyando en la organización de un evento, su
trabajo profesional, entra en contacto con el Hospital Oncológico de Santiago, donde intuye
que hay tanto el dolor y sufrimiento que
por temor no se acerca a los pabellones pues temía no poder sobrellevarlo, pero hoy comprende que
ese fue el camino que Dios usó para acercarla al lugar donde ella debía servir.
Una
noche, saliendo del hospital se extravía buscando la salida y llega al pabellón
donde estaban los niños con cáncer y encuentra un niño llamado Mieli José el
cual la anima a entrar para que lo salude, ella accede y el impacto de ese encuentro
marca un antes y un después en su vida. Mieli
José con su sonrisa, con su necesidad de
ser abrazado, su ingenuidad, su valentía le descubre a Tuty lo que se ha
convertido en la pasión de su vida: ayudar, acompañar a los niños con cáncer y
a sus familiares en esos momentos tan duros y difíciles por los que tienen que
atravesar.
Es un
acompañar, junto a otros voluntarios, que se traduce en ayuda y apoyo:
remodelar el pabellón infantil del hospital convirtiéndolo en un área modelo,
dotada con las condiciones necesarias para que los niños enfermos de cáncer
reciban ese trato digno y respetuoso al que tienen derecho; conseguir las
medicinas; cumplir, en lo posible, sus últimos deseos; acompañar a los niños y
apoyar a los padres y familiares en el duelo si el niño fallece, son parte del
intenso día a día en la vida y el voluntariado de Tuty.
Horas
incontables, trabajo sin descanso, siempre tratar de hacer más por aquellos que
sufren, robando, incluso, el tiempo de su propia familia, de su esposo, de sus
hijos.
Luego
de una ardua labor en el Hospital Oncológico pasa a servir en otra
institución, pero con la misma misión,
se trata del voluntariado “Jesús con los Niños”, que desarrolla sus actividades
en el Hospital Infantil Arturo Grullón de Santiago. Esta institución fue
fundada en el año 1997 y apoyaba distintas áreas dentro del hospital. Luego de la llegada de Tuty, y por su gran motivación,
comienzan con el proyecto de un pabellón de oncología para albergar a los niños con cáncer.
Luego
de varios años de trabajo y con el aporte de muchas personas maravillosas e
instituciones generosas de Santiago y del país y hasta de fuera de República
Dominicana, inauguran un pabellón pequeño inicialmente, que luego se convierte
en un edificio de 3 plantas, en un terreno cedido dentro de las áreas del
hospital, y que brinda hoy un servicio excepcional a niños con cáncer y es un
modelo a seguir, elogiado por muchos.
A Tuty
le brillan los ojos cuando habla de sus niños, nombres como Mieli José , el
niño que la atrapó; Nicole, una pequeña de 5 años con cáncer y cuyos padres por
creencias religiosas no celebraban la Navidad , pero que por amor aceptaron que ella
recibiera, como todos los demás niños, un regalo con motivo de esa festividad;
o el de Lorenza, aquí más que brillar sus ojos se humedecen, una jovencita ya
fallecida pero cuyo ejemplo de valor y perseverancia dejó huellas profundas en
el corazón de esta generosa mujer.
Tantas
historias vividas por Tuty a lo largo de más de 25 años sirviendo, algunas con
final triste, otras con un final feliz, pero cada una ha marcado su vida de una
manera especial y la comprometen a seguir adelante.
Tuty no
solo ha visto el cáncer en ajenos, también lo ha vivido en carne propia y en su
familia. Dos tías sobrevivientes, su madre y su suegra han muerto por esta
enfermedad y su propio padre está aquejado de la misma dolencia. Todo lo aprendido en sus años de voluntariado
ha tenido que usarlo para apoyar y ayudar a sus cercanos y también a ella
misma, que recientemente acaba de pasar por una enfermedad muy grave, una
especie de cáncer cerebral. Pero pasar
por esto la hace apreciar más lo que hace, la acerca más a los que sufren,
ahora los entiende más porque ya ella también ha estado ahí, en ese túnel
oscuro de dolor, enfermedad y muerte de los seres amados.
Su
esposo y sus hijos han sido apoyo incondicional para el voluntariado de Tuty,
se han involucrado así como todos sus amigos, porque la pasión de Tuty
contagia, arrastra, compromete tanto, que incluso muchos de los que recién la
conocen también quieren participar, dar un paso al frente y comprometerse con
este proyecto que tantas vidas ha marcado.
Tuty
morirá con las botas puestas, sirviendo como voluntaria, ayudando a los demás,
entregándose por entero, porque ella hace suyas estas palabras: El que no vive
para servir, no sirve para vivir.
(Tomado de nuestra investigación: Estudio exploratorio sobre el aporte y
características del voluntariado a la sociedad dominicana, hecho para Alianza
ONG-Plan Internacional. Esta parte fue colaboración de mi esposa Ana Ysabel Acosta).
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