¡Derrotemos al
maniqueísmo!
Por Velia Govaere
Vicarioli
Catedrática UNED
vgovaere@gmail.com
El signo
de nuestros tiempos es el agotamiento. Desde Washington hasta Berlín, desde el
Río Grande hasta la Patagonia, en Medio Oriente y China. En casi todos los
escenarios de la arena mundial se viven
modelos que no resuelven los problemas de la gente, políticas que no pueden más
de lo mismo, bloqueos entre un pasado que no termina de fenecer y un futuro que
no logra nacer. En algunas partes se perfilan cambios. En otras predomina
el continuismo.
También nosotros
tenemos un tablado de “fin de siècle”,
como acuñaron los franceses los síntomas políticos que advierten de peligrosas
acumulaciones de falencias sociales en la víspera de cambios. Atrás quedó
nuestra “Belle Époque”. Ya no basta la vieja cantinela de autocomplacencias
para devolvernos un sentido básico de pertenencia a un proyecto nacional. Aumentan
su tono las voces otrora minoritarias del descontento y el badajo de la
campana, tanto tiempo pegado a la derecha, regresa con el peso inevitable de la
gravedad de nuestra parálisis, a tañer viejas tonadas, a la izquierda.
¿Dónde
está el frío? Un poco, tal vez, aceptémoslo, en las cobijas. Pero sólo un poco.
No exageremos en esperar que un cambio en las formas se transmute en los
cambios de fondo que necesitamos. Un meritorio grupo de notables nos presentó
interesantes propuestas para mejorar la cancha política. Es
una salida muy a la “tica”, con ese excelente término medio, característico de
nuestra historia, que quiere salir del presidencialismo sin llegar al
parlamentarismo.
Sus
propuestas son formidables retos de cambios operacionales para nuestras
instituciones. Los aplaudo, pero nuestro agotamiento va más allá de las formas.
Lo que une o desune a un pueblo son ideas, valores, visiones, prioridades. Esa
ausencia de visiones comunes hizo fracasar la “Alianza por Costa Rica”, porque
el control “formal” de la Asamblea, no sustituía un puerto común a donde llevar
el barco. ¿Podrá un nuevo reglamento de la Asamblea Legislativa, con
fabricación de leyes a tambor batiente, sustituir las prioridades políticas
actuales, que nos tienen insatisfechos, divididos y desiguales? Un mejoramiento de las formas puede, sin
duda, favorecer la implementación de nuevos contenidos. Pero primero tenemos
que descubrirlos y hacerlos nuestros, dándole nuevos aires a nuestro sentido
nacional.
Desde hace ya mucho, “jurásicos” contra “neoliberales”,y su pléyade de epítetos
descalificadores, nos ofrecen vasos medio vacíos contra vasos medio llenos. Desde la
irrupción de un PAC que se quedó en el negativismo de lo existente, con
protestas sin propuestas, más allá del “no” desnudo, hasta un PLN de discurso
autosatisfecho, haciendo vista gorda de un país cada vez más desigual,
impotente frente a una cohesión social desdibujada a paso acelerado. En las
propias tiendas fundadas por don José Figueres Ferrer, la vieja guardia se
enfrenta a la nueva, nostálgicos contra modernistas, don Luis Alberto frente a
don Oscar, ambos correctos, ambos fallidos. La verdad de unos contra la verdad
de otros, luz contra luz, ceguera contra ceguera, al no ver el grano de verdad
ajena.
La justa
crítica de los desbalances de nuestro modelo de desarrollo, que nos convierten
en el país con más acelerada desigualdad de América Latina, en nada justificaba
la oposición irracional y exacerbada al TLC. ¿Dónde estaríamos ahora si hubieran prevalecido?
Dichosamente no tenemos que responder a eso. La justa propuesta de inserción de Costa Rica
en un mundo globalizado, atrayendo capitales y promoviendo exportaciones, en
nada justificaba la satanización de los reproches del contrario, perfectamente
atinados en materia productiva y social. Y eso si podemos responderlo: aquí
estamos, vasos medio llenos, contra vasos medio vacíos. Visiones parcializadas en un universo
maniqueo, del blanco contra el negro. ¿Llegará algún día la hora de los grises?
Sin oposición
en el Partido y con los rivales en confusión, la maquinaria liberacionista
parecería capaz de ganar las elecciones. Hasta ahí llega lo que puede el
aparato: una victoria electoral. Eso no es suficiente para marcar derroteros. Ganar es lo sencillo. Difícil es armonizar visiones
contrapuestas, no entre personas, sino entre perspectivas. Desafiante construir
puntos de encuentro, pasarse a la otra acera, y no con pactos de poder
compartido, sinoreconciliando enfoques.
Eso
exigiría capacidad de reconocimiento
ajeno y meas culpas propias, pero también de reafirmación de lo justo del
camino recorrido, integrando veredas dejadas de lado, como aquellas de
promoción del esfuerzo industrial nacional que abandonamos cuando descubrimos
el pozo de petróleo de Intel. ¿Era bueno Intel? Quien lo niegue está loco.
¿Ameritaba entonces descuidar la política industrial? Hoy pagamos con la
factura de una constante disminución de la Productividad Total de Factores, que
pesa más que ningún otro componente, en la desigualdad y en la crisis de
nuestro estado de bienestar social.
Necesitamos
continuidad y nos urgen cambios. Mejorar
el modelo, no abandonarlo. Integrar la
crítica como propuesta implica profundas transformaciones de fondo. Un
sistema nuevo de relacionamiento con la inversión extranjera asusta, pero sin
ese paso no podremos tener una fiscalidad con verdadera capacidad de enfoque en
prioridades nacionales. Nuestras instituciones sociales hacen agua por todas
partes, pero no resolveremos su crisis sin una mayor integración de lo
productivo en lo social y un modelo de desarrollo más concentrado en la
equidad.
Con el
camino trillado, valiente opción sería abrir trocha. Las elecciones que se
acercan ponen el escenario. Buena hora
para construir propuestas integrales, sistémicas y holísticas (valga la
redundancia). Mala hora, porque también se prestan para repetir acusaciones y
señalamientos, cuando es hora de derrotar el maniqueísmo endémico que llevamos
dentro.
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