El suicidio
como espectáculo
Milton Tejada C.
Mayo, 2013
“Luces,
cámara, acción: medium shot al hombre
semidesnudo amarrado a una silla de cervecería, con una «Z» pintada en el pecho.
Voz en off de dos verdugos airados que lo interrogan. Seis minutos después,
Verdugo 1 aparece a cuadro: le coloca una cuerda al cuello y dos barras de
acero que funcionan como torniquete. Tres giros, espasmos… muerte. Corte.
Googlear
«videos de ejecuciones» puede arrojar este tipo de resultados. O, según la
eficacia de nuestro buscador, un millón 490 mil resultados en 0.09 segundos.
«Estas imágenes extremas, que se construyen con un trasfondo de odio, odio
hacia uno mismo y hacia los demás, estos videos que hacen un espectáculo de
actos de barbarie, generan, en efecto, una nueva forma de barbarie: la de la
indiferencia». La reflexión es de Michela Marzano, doctora en Filosofía, en su
libro La muerte como espectáculo
[Tusquets Editores, 2010]. (Tomado de: http://www.insyde.org.mx/expages/10_muerte_como_espectaculo.asp). El subtítulo
de la obra de Marzano es “La difusión de
la violencia en Internet y sus implicaciones éticas).
El
espectáculo, sin embargo, ha pasado de la muerte provocada por otros, al
suicidio.
En la iglesia
a la que asisto algunos hermanos han acuñado el término “un chiste miltoniano”
para referirse a las muestras de humor que a veces manifiesto y que rallan casi
siempre con esa zona oscura de la muerte. La verdad es que no sé de dónde saqué
esa veta de humor ácido (aunque todos mis ocho hermanos son portadores “sanos”
del bueno humor, generalmente del llamado “de corte picante”). Suelo reírme de
esa señora y bromear al respecto. A veces sólo le pido al Señor, que si es
posible, sea sin dolor. Claro, cuando El lo permita.
En algunos
estados se acepta y aplica la muerte. Es todo un rito, todo un libreto que se repite una y otra vez. Los actores se
expresan por los medios de comunicación. El cine hace sus malas y buenas
películas. Y, al final, tras apelaciones y posposiciones, el condenado es
ejecutado.
Sin embargo, una cosa es hacer de la ejecución de otro
un espectáculo, o bromear sobre la muerte, o la aplicación de legislaciones que
aceptan como posible la pena de muerte, que son los casos que he citado, y otra (aunque no muy distinta) es hacer del suicidio un espectáculo.
El reporte de
Ricardo Santana, periodista del Listín Diario, señala que “dos mujeres se suicidan en cinco días tras anunciarlo por facebook”.
Hace unas semanas la noticia se refirió a dos adolescentes que hicieron lo
mismo (todos en la fértil campiña cibaeña). Twiter y Facebook son dos de las
más populares redes sociales (FB tiene dominio sobre 127 países, de 137
contemplados en un reporte reciente). Twiter y FB son especie de plazas
modernas en donde la gente se encuentra y habla de cosas serias, no tan serias
y vanalidades. Al igual que en la edad media (y un poquito antes), están los
chismes, el agruparse por afinidades o deseos e intereses… Escuchar, hablar,
influir y, en definitiva, un espacio que es un inmenso teatro con un libreto
improvisado, pero siempre con un propósito: informar-se.
Samantha
Mercedes Rodríguez de 19 años y Estefany Peña de 26 años, fueron a esta plaza
que es Facebook e hicieron del suicidio
un espectáculo. Lo anunciaron a sus “amistades y relacionados”. Una con un
tiro en el pecho y la otra con el grotesco método del ahorcamiento. Estefany,
al parecer, agobiada por los problemas económicos. Santana no da muchos detalles
sobre Samantha. Estefany expresó: “Todo
listo para mi viaje, hoy emprenderé un viaje y no creo que vuelva”. Madre
de una niña de dos años a quien escribió también en FB palabras que no leerá
por ahora: “La primera obligación es hacerlos felices, espero hija haber
cumplido ese mandato contigo” (creo que no, Estefany, que no cumpliste).
El suicidio como espectáculo, como tragedia teatral que requiere de público –casi nunca
voluntario, público obligado-. La representación final y única –no se repite la
obra- de una persona que decide a “retirarse” del escenario humano y decide
informarlo. Hoy es espectáculo trágico, pero puede irse haciendo cada vez más
común y cualquierizarse, devenir en nota informativa, en objeto de morbo y
fatalidad para la sociedad y, a veces, en comedia de mal gusto.
El suicidio
como espectáculo es más que lo que narra Michela Marzano en la obra que hemos
citado, pero coincidimos con ella en afirmar que se convertirá en algo buscado
y deseado, ante la anestesia creciente de los dominicanos ante el dolor ajeno,
el crimen, la corrupción, el odio, la discriminación.
El suicidio
como objeto de morbo, pero tendiendo a la indiferencia, porque tenemos un
umbral físico y psíquico de tolerancia ante tales actos y cuando no podemos
más, caminamos hacia la indiferencia como mecanismo de defensa individual y
colectiva.
El suicidio como espectáculo… cuál será la próxima
representación?
No hay comentarios:
Publicar un comentario