Carta a la ciudadanía
Paso a nuevas expresiones y manera de hacer política...
La siguiente es una comunicación de Guadalupe Valdez, Diputada Nacional, reflexionando sobre el agotamiento del modelo actual de hacer política y afirmando que la sociedad siempre va un paso por delante de sus políticos, especialmente de sus legisladores.
Apreciado ciudadano, apreciada ciudadana:
Me
dirijo a ustedes porque siento la necesidad de compartir algunas reflexiones con
la vista puesta en el presente y el futuro del país.
En
agosto del 2010, hace 4 años y medio, asumimos la función de representar a la
sociedad ante el Congreso Nacional. En este tiempo hemos procurado desarrollar todas las actividades
parlamentarias con un enfoque de derechos y de justicia, especialmente en defensa
de los derechos de las personas que menos tienen y más sufren las consecuencias
de un modelo económico, político y social excluyente.
En
este bregar he meditado sobre la importancia de dotar al país de leyes que
respondan a las necesidades de las mayorías sin marginar a las minorías, minorías a menudo excluidas por su origen
étnico, preferencia sexual, por razones de raza o de género, por su
especificidad cultural. Y en esta labor de legislar he visto cómo la sociedad siempre se encuentra un paso delante
de los legisladores, reclamando derechos que no han sido atendidos.
Creo
que este actuar obedece en gran medida a la separación que existe entre
representantes y representados, así como a una
cultura política deficitaria, en la que predomina lo individual, los intereses
particulares por sobre los valores e intereses colectivos.
Creo
también que este ir a remolque de la sociedad es consecuencia de que no tenemos
claridad en la sociedad que queremos y necesitamos construir.
Cuando
me hago la pregunta de qué sociedad queremos legar a nuestros hijos y nietos,
la respuesta que siempre aflora es que tiene que ser mejor que la que nos ha
tocado vivir. Entonces pienso en la urgencia de articular voluntades, producir
acciones, generar transformaciones.
Disponemos
de una tierra que tiene recursos naturales y humanos suficientes para asegurar
a toda la población bienestar, salud y felicidad. Sin embargo, hay escasez de
empleos dignos, un alto porcentaje de la población padece hambre, nuestros
jóvenes sueñan con emigrar, muchas adolescentes se embarazan tempranamente; a
diario mueren niños y niñas porque el Estado no garantiza el derecho a la
salud, crecen el tráfico y el consumo de drogas.
Se
suceden los gobiernos y seguimos sufriendo presupuestos deficitarios y
concentrados en el pago de una deuda pública que cada año crece más y más. Nuestro país es cada vez más desigual y más
injusto con los seres humanos y con la naturaleza, reinan la inseguridad
ciudadana y la corrupción y –salvo honrosas excepciones- la política ha dejado
de ser un instrumento al servicio de la ciudadanía para convertirse en un
negocio. Pertenecemos por geografía, por
historia y cultura a la región latinoamericana y caribeña, pero no estamos
adecuada ni suficientemente integrados a ella.
Vivimos en un Estado que tiene un déficit de
derechos, y también de ciudadanía. Un Estado que
mantiene al pueblo atrapado con prácticas clientelares, asistencialistas, con
una educación deficitaria, con la desvergonzada impunidad de los que roban sus
arcas. Una sociedad que observa perpleja cómo “servidores públicos” hoy son
multimillonarios sin que puedan justificar de dónde han obtenido los recursos.
En
este panorama, los políticos y los partidos tradicionales, sea cual sea su
bandería, no han sido capaces de actuar para cambiar una situación que puede
derivar en un proceso tal de deterioro económico, social y ambiental que haga
peligrar crucialmente el futuro de la Nación.
Enfrascados
en los procesos electorales, en la procura de posiciones estatales y gubernamentales,
y afectados por el personalismo y las ambiciones, la clase política tradicional dominicana no se ha ocupado de contribuir
al desarrollo de una institucionalidad honrada y eficiente al servicio de toda
la ciudadanía, de un Estado responsable que vele por la equidad y la
justicia social, que proteja el trabajo honesto y que asegure los derechos a
toda la ciudadanía incluidos los sectores más vulnerables.
En
estos momentos que se acercan procesos electorales, nueva vez vemos que
afloran las ambiciones partidistas e individuales, comienzan a tejerse las
alianzas, emergen las promesas, todos ofrecen soluciones. Y me pregunto: ¿Soluciones a qué? ¿A la forma
de hacer política, a la forma de representar, gobernar, legislar, relacionarse
con la población, rendir cuentas…? O
“soluciones” con cambios de siglas, de colores, de rostros…, cambiar para que
nada cambie.
Mientras
esto ocurre en los partidos y en sus cúpulas, en el seno del pueblo se agita el
reclamo de encontrar alternativas válidas para iniciar el camino de
dignificación del ser humano, de la reconstrucción nacional, del desarrollo con
equidad.
Ante
esta situación, considero que los
esfuerzos hay que orientarlos a fortalecer la construcción de un sujeto
político nuevo, plural, inclusivo, participativo, democrático; un sujeto
político con decisión y capacidad de promover un cambio sustantivo en la
sociedad.
Un nuevo sujeto político que sea crítico con los
personalismos, con las prácticas clientelares, con el fatal predominio de los
intereses corporativos por encima de los intereses del
país. Un ser político que posicione el bien común por encima del
bien particular, que defienda una sociedad justa y solidaria.
En
este esfuerzo, hay que recuperar los principios éticos de la política, hay que
recuperar la formación, hay que recuperar el debate, hay que recuperar la
confrontación de ideas para construir los instrumentos de la transformación.
Hay, en resumen, que dignificar la política, ejercerla con ética y
desprendimiento, como servicio a la sociedad.
La
política la concebimos para luchar por la libertad, por la democracia, por los
derechos, por la dignidad, por el bienestar y la felicidad de la gente.
Necesitamos
contribuir con más fuerza, con más determinación para que el pueblo tenga los
instrumentos que requiere para luchar y triunfar por una mejor vida para todos
y todas.
Sabemos
que existe una lucha en sectores de la población, hombres y mujeres dispuestos
a dar lo mejor que tienen en el proceso de transformación que necesitamos, una
lucha que en muchos aspectos está transitada. Pero también sabemos que hay
disgregación. Mucha gente en los campos, en los barrios, en los territorios, en
las organizaciones está dispuesta a luchar, pero se requiere mejor articulación, más coordinación, mayor unidad, para
que juntos avancemos.
Desde
diferentes sectores de la sociedad escuchamos voces que alientan la
articulación de voluntades para producir acciones que generen transformaciones,
abrir espacios para que otras ideas, otras propuestas, otras personas, otras
formas de hacer política, se expresen, se escuchen.
Hay
que dar paso a nuevas expresiones y
maneras de hacer política, nuevas formas de relación entre la sociedad, los
políticos, las organizaciones e instituciones en las que predominen la
horizontalidad, la transparencia, la corresponsabilidad y la rendición de
cuentas.
Es
una responsabilidad de cada ciudadano y ciudadana, contribuir a construir
procesos que nos lleven a una mejor vida y aseguren un futuro mejor a nuestros
descendientes. En este empeño hay que ser perseverantes y confiar en nosotros
mismos, no esperar soluciones desde fuera de nosotros, el milagro del cambio lo haremos nosotros, conscientes que el futuro es
ahora.
Tenemos
el derecho y el deber de aportar ideas e iniciativas para articular voluntades,
para producir acciones, debatir, disentir, proponer de manera abierta,
horizontal, plural, para generar transformaciones, para trabajar por el
presente y por el futuro.
Hagámoslo
juntos. ¿Cómo, cuándo empezamos?
POR
UNA POLÍTICA AL SERVICIO DEL PUEBLO y DE LA JUSTICIA.
Diputada Nacional
Santo
Domingo, D.N.
13
de Febrero, 2015
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