jueves, diciembre 29, 2016

Elegidas, inocencia y amargura

Uno, dos y tres:
Las elegidas: de la inocencia a la amargura

Anoche vi junto a mi hija la película “Las elegidas”, película mexicana estrenada en Abril de este año (2016), dirigida por David Pablos. No soy crítico de cine, más bien soy filósofo y estudio la conducta humana, por eso puedo y debo hablar en primera persona.

UNO. LA LEY DE CINE.
Al ver este tipo de film me convenzo más de que el cine dominicano puede avanzar y de que una de las clave de ese avance descansa en la calidad de las historias que presente, es decir, del guion.
Esto lo expreso porque he oído diversas críticas a la Ley de Cine, incluso algunas de estas críticas actúan como “caballo de Troya”, es decir, desde adentro. Un ejemplo. Hace cuatro años, René Fortunato expresó que los problemas conceptuales de la Ley hacían difícil que “la cinematografía dominicana pueda alcanzar metas dignas de elogios y difícilmente el cine dominicano pueda lograr suficientes niveles de calidad para competir en el mercado internacional, si no se introducen a tiempo los correctivos que superen estas deficiencias y confusiones" (http://www.diariolibre.com/revista/cine/ren-fortunato-hace-duras-crticas-a-la-ley-de-cine-HPDL346881).
Observaciones como estas y de otros, tanto fuera como dentro del mundo del cine, no deben ser rechazadas en cuanto pueden conducir a mejorar la forma en que es aprovechado dicho instrumento jurídico de desarrollo del cine en República Dominicana.
Sin embargo, soy de los que una industria como el cine no madura en cinco años. Soy de los que piensa que los beneficios intangibles ya comienzan a evidenciarse. La masa crítica de profesionales está en ascenso, la calidad está en una especie de altas y bajas (pero en todo país reconocido por buen cine hay cientos de obras mediocres en el transcurso de un año).
Hace años que considero que quedarse en la protesta, en la agria crítica, sin pasar a la propuesta puede ser bueno, pero es insuficiente.

DOS. LA PELÍCULA, ALGUNOS COMENTARIOS.
Dirigida por David Pablos, “Las elegidas” contiene un drama desgarrador y pone en el tapete dos temas dolorosos: la prostitución de menores y la trata de personas. Los efectos en las relaciones –y es lo que me interesa en estos momentos como parte de mi maestría en Psicología- son devastadores. Un comentarista indicó que se deteriora la voluntad, se desvanece la esperanza y se pierde la esperanza, y creo que tiene razón.
En los comentarios leídos se destaca que se trata de actores jóvenes. Incluso para algunos es su primera actuación. La relación entre dos adolescentes Ulises (Óscar Torres) y Sofía (Nancy Talamantes), se ve rota cuando se presenta a Ulises como alguien que trata de ser parte del negocio de su familia: la trata de mujeres. Para Ulises, Sofía es un amor, alguien de quien se enamora, para la familia es un posible beneficio, una víctima del clan dedicado a esta actividad delincuencial, en la cual también participan las mujeres de la familia.

Las escenas de acercamiento de la víctima a la familia no son escenas naturales. Se repiten. Es el mismo cumpleaños del patriarca el que sirve para esa cercanía que gana confianza con la víctima (y digo víctima porque considero que desde que se inicia el proceso una mujer está siendo manipulada, engañada).  
En términos “técnicos”, me parece lenta por momentos. El sonido no lo considero excelente y la fotografía suele tener una baja calidad en algunas escenas (claro, la opinión de un simple espectador como yo).
Las elegidas ganó cuatro Arieles: Mejor Director, Guion original, Fotografía, y Revelación femenina.
Es una denuncia social en una película que algunos han considerado honesta y que otros han catalogado de “festivalera” (es decir, hecha para festivales).

TRES.  DE LA INOCENCIA A LA AMARGURA.
Llama la atención que nunca se ven escenas de sexo entre Sofía (que es llamada Andrea) y sus clientes. Sin embargo, el proceso de destrucción de Sofía se ve en su rostro, en sus expresiones. La amargura gana terreno, la inocencia está en retirada.
En la cinta se rompe con el maniqueísmo de buenos y malos, de ganan los buenos y pierden los malos.

Los personajes son solo seres humanos que viven sus circunstancias. El padre que busca a su hija no es presentado como “un hombre bueno”, sino simplemente como un padre que engancha con el dolor de la madre de Sofía y que ofrece una esperanza como hubiese hecho con su hija perdida en esa red de trata.

Es una película violenta. No de esa violencia explícita que vemos en muchas películas comerciales. Sin embargo, la violencia interpersonal no tiene por objetivo hacernos “disfrutar”  de la violencia por la violencia. Es el desgarre del hermano que golpea al hermano tras su intento de “traición” y no puede parar porque el patriarca así lo ordena. Es la expresión de la ira interior de un Ulises que golpea sin piedad, mediante una correa, a su segunda víctima, Marta. Escena en que el hermano juega el papel que su padre jugó en la primera escena: “No pares”.

Ulises, autor del proceso de “enganche” de Sofía crea vínculo emocional con la joven. No pierde la esperanza del rescate. “Una por una”, es el dictamen del padre. La libertad lograda al final tiene dos características amargas: queda presa en el clan y no hay alegría. Es decir, la esperanza ha fracasado.

David Pablo, en una entrevista publicada por Gatopardo señala que “no quería calcar la realidad tal cual, sino reinterpretarla”. A mi modo de ver, la interpreta. El drama emocional es más intenso que el drama social. Y eso sí es de mi interés.



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