Uno, dos y tres:
Las elegidas: de la inocencia a la
amargura
Anoche
vi junto a mi hija la película “Las elegidas”, película mexicana estrenada en
Abril de este año (2016), dirigida por David Pablos. No soy crítico de cine,
más bien soy filósofo y estudio la conducta humana, por eso puedo y debo hablar
en primera persona.
UNO. LA LEY DE CINE.
Al
ver este tipo de film me convenzo más de que el cine dominicano puede avanzar y
de que una de las clave de ese avance descansa en la calidad de las historias
que presente, es decir, del guion.
Esto
lo expreso porque he oído diversas críticas a la Ley de Cine, incluso algunas
de estas críticas actúan como “caballo de Troya”, es decir, desde adentro. Un
ejemplo. Hace cuatro años, René Fortunato expresó que los problemas
conceptuales de la Ley hacían difícil que “la cinematografía dominicana pueda
alcanzar metas dignas de elogios y difícilmente el cine dominicano pueda lograr
suficientes niveles de calidad para competir en el mercado internacional, si no
se introducen a tiempo los correctivos que superen estas deficiencias y
confusiones" (http://www.diariolibre.com/revista/cine/ren-fortunato-hace-duras-crticas-a-la-ley-de-cine-HPDL346881).
Observaciones
como estas y de otros, tanto fuera como dentro del mundo del cine, no deben ser
rechazadas en cuanto pueden conducir a mejorar la forma en que es aprovechado
dicho instrumento jurídico de desarrollo del cine en República Dominicana.
Sin
embargo, soy de los que una industria como el cine no madura en cinco años. Soy
de los que piensa que los beneficios intangibles ya comienzan a evidenciarse.
La masa crítica de profesionales está en ascenso, la calidad está en una
especie de altas y bajas (pero en todo país reconocido por buen cine hay
cientos de obras mediocres en el transcurso de un año).
Hace
años que considero que quedarse en la protesta, en la agria crítica, sin pasar
a la propuesta puede ser bueno, pero es insuficiente.
DOS. LA PELÍCULA, ALGUNOS
COMENTARIOS.
Dirigida
por David Pablos, “Las elegidas” contiene un drama desgarrador y pone en el
tapete dos temas dolorosos: la prostitución de menores y la trata de personas.
Los efectos en las relaciones –y es lo que me interesa en estos momentos como
parte de mi maestría en Psicología- son devastadores. Un comentarista indicó
que se deteriora la voluntad, se desvanece la esperanza y se pierde la
esperanza, y creo que tiene razón.
En
los comentarios leídos se destaca que se trata de actores jóvenes. Incluso para
algunos es su primera actuación. La relación entre dos adolescentes Ulises
(Óscar Torres) y Sofía (Nancy Talamantes), se ve rota cuando se presenta a
Ulises como alguien que trata de ser parte del negocio de su familia: la trata
de mujeres. Para Ulises, Sofía es un amor, alguien de quien se enamora, para la
familia es un posible beneficio, una víctima del clan dedicado a esta actividad
delincuencial, en la cual también participan las mujeres de la familia.
Las
escenas de acercamiento de la víctima a la familia no son escenas naturales. Se
repiten. Es el mismo cumpleaños del patriarca el que sirve para esa cercanía
que gana confianza con la víctima (y digo víctima porque considero que desde
que se inicia el proceso una mujer está siendo manipulada, engañada).
En
términos “técnicos”, me parece lenta por momentos. El sonido no lo considero
excelente y la fotografía suele tener una baja calidad en algunas escenas
(claro, la opinión de un simple espectador como yo).
Las
elegidas ganó cuatro Arieles: Mejor Director, Guion original, Fotografía, y
Revelación femenina.
Es
una denuncia social en una película que algunos han considerado honesta y que
otros han catalogado de “festivalera” (es decir, hecha para festivales).
TRES. DE LA INOCENCIA A LA AMARGURA.
Llama
la atención que nunca se ven escenas de sexo entre Sofía (que es llamada
Andrea) y sus clientes. Sin embargo, el proceso de destrucción de Sofía se ve
en su rostro, en sus expresiones. La amargura gana terreno, la inocencia está
en retirada.
En la
cinta se rompe con el maniqueísmo de buenos y malos, de ganan los buenos y
pierden los malos.
Los
personajes son solo seres humanos que viven sus circunstancias. El padre que
busca a su hija no es presentado como “un hombre bueno”, sino simplemente como
un padre que engancha con el dolor de la madre de Sofía y que ofrece una
esperanza como hubiese hecho con su hija perdida en esa red de trata.
Es
una película violenta. No de esa violencia explícita que vemos en muchas
películas comerciales. Sin embargo, la violencia interpersonal no tiene por
objetivo hacernos “disfrutar” de la
violencia por la violencia. Es el desgarre del hermano que golpea al hermano
tras su intento de “traición” y no puede parar porque el patriarca así lo
ordena. Es la expresión de la ira interior de un Ulises que golpea sin piedad,
mediante una correa, a su segunda víctima, Marta. Escena en que el hermano
juega el papel que su padre jugó en la primera escena: “No pares”.
Ulises,
autor del proceso de “enganche” de Sofía crea vínculo emocional con la joven.
No pierde la esperanza del rescate. “Una por una”, es el dictamen del padre. La
libertad lograda al final tiene dos características amargas: queda presa en el
clan y no hay alegría. Es decir, la esperanza ha fracasado.
David
Pablo, en una entrevista publicada por Gatopardo
señala que “no quería calcar la realidad tal cual, sino reinterpretarla”. A mi
modo de ver, la interpreta. El drama emocional es más intenso que el drama
social. Y eso sí es de mi interés.
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