Cuando Dios te dice que eres agrio, eres agrio
Escribo estas
palabras desde Jarabacoa, en donde estoy de retiro de fin de semana. Es una experiencia de
fe. Permítanme compartirla con ustedes.
"Tienen 75 minutos para buscar la presencia de
Dios", nos indicó Alan, director del retiro que disfruté este fin de
semana. No como quien nos envía a un trabajo más, sino una indicación. La
soledad, el silencio, parecen ser difíciles en el mundo del liderazgo
cristiano. "No se trata de que hables, sino de que estés disponible para
El", señaló.
El Rancho La Aurora, en Jarabacoa, está en un pequeño
cerro. Debajo un trozo de bosque, como si albergara un río. Soy un hombre de
campo, así que decidí bajar hacia los árboles. Mientras descendía, por qué no
"marotiar" un poco... tomé una hermosa naranja, de cáscara suave. Al
entrar un poquito en lo que creí un bosque me percaté de la presencia de dos
plantitas que conocí -de mala manera- en mi niñez: la pringamoza y fogratey,
las cuales suelen dejar estragos en la piel en quienes se aventuran a tocarla,
aunque sea por descuido: ronchas, picazón intensa, incomodidad.
Ante esta circunstancia, me quedé detenido un
tiempito.
“Bueno, Dios, es tu turno, Estoy disponible para ti,
soy todo oídos. Si quieres hablarme, aquí estamos tú y yo solos. Vamos, hace
tiempo que no escucho tu voz”.
Tomé la naranja que tenía en mis manos. La pelé con
mis uñas. La cáscara me sirvió de repelente natural contra los mosquitos que
abundan en el lugar. Aunque suave, la
cáscara era dura, pero el premio que me prometía era agradable. Uf! Qué agria!
Pesé al esfuerzo, no pude. La deseché.
“Me desecharás, Señor? Sí, ya lo sé, a veces soy
agrio, muy agrio, acido dice Ysabel, pero no me deseches, Jesús. Apelo a tu
misericordia”.
“No, no te he desechado”.
La naranja agria que conozco, la más común, tiene la
piel arrugada. Es fácil de reconocer. Encontré otra, también de piel suave,
pero amarilla, madura. La pelo, también con dificultad. Espero que no sea un
desencanto como la anterior. Y no lo es tanto, está “un poquito” menos agria…
“Bueno, Señor, a las tres son las vencidas…”. Sigo
buscando y encuentro una con la que estoy seguro que podré salir mejor parado
de la lección que mi Padre me está dando. La pelo, mis uñas sangran un poquito,
la cáscara más dura que nunca y… más agria que todas…
“Es que te empecinas en no entender… estas agrio, muy
agrio –me dice el Padre-. Te has alejado de estos tiempos que tanto gusto me daba
compartir contigo. Ya no tomas por la mañana tu café conmigo. Te levantas a
trabajar, primero que todo, y luego sacas un tiempito para un devocional que
lees… no guardas silencio, no puedo hablarte, estas sordo… así que sí, estas
agrio, muy agrio…”.
“Ya entendí, Padre. Ocupado tanto en tu empresa que me
olvido de que es tuya, no mía. No te consulto, no te oigo, no te escucho y,
peor aún, no me dejo mimar por ti. No dejo que trabajes mi carácter, mi corazón…
pero dame un chance, una oportunidad. Quiero ser el que antes fui y disfrutar
de tu presencia y convertir mis lágrimas en fuente de agua viva…”.
“Trato hecho –me contestó el Padre-. Me hacía falta
que volvieras a mi, hijo…”.
1 comentario:
Es realmente una experiencia hermosa. Nos sirve a todos los que buscamos al Señor, y muchas veces no nos detenemos un tiempito mas para escucharlo. Dios te bendiga hermano Milton!
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