sábado, noviembre 01, 2025

Relativismo y disolución de identidad cristiana

 Desafío a la fe cristiana:

El relativismo moral y la disolución de la identidad cristiana

 Milton Tejada C.

Terminó el mes octubre. Inicio este noviembre con una reflexión fundamental para nuestra vida cristiana: el NO que debemos dar al relativismo moral.

 En la sociedad contemporánea, donde las certezas se diluyen entre opiniones cambiantes y el concepto de verdad se relativiza según intereses personales, el fenómeno del relativismo moral ha adquirido una fuerza determinante.

 El relativismo moral se refiere a la creencia de que no existen principios morales universales, sino que cada individuo o grupo define lo correcto o lo incorrecto de acuerdo con su contexto o conveniencia. Aunque se presenta como una postura de tolerancia y libertad, en la práctica conduce a una profunda crisis de referencia ética, donde todo parece justificable y donde la verdad pierde su valor normativo. O, como dice Aleksandr Solzhenitsyn: “El relativismo moral ha destruido las raíces de la sociedad; cuando el hombre ya no distingue el bien del mal, el mal termina por dominarlo todo” (Solzhenitzyn fue premio Nobel de Literatura y una de sus ideas recurrentes es su crítica al relativismo moral que, según él, destruyen la conciencia del bien y el mal).

 Esta semana leí un trabajo académico de Carlos Alberto Quinteros Roque[1] titulado Identidad cristiana y valores morales. En él, Quintero Roque advierte que el relativismo moral representa uno de los desafíos más serios para la fe cristiana actual, pues disuelve los fundamentos sobre los que se construye la identidad cristiana.

 Esta identidad —más que una afiliación religiosa— constituye una forma de vida orientada por el Evangelio y la aceptación de Jesús como Señor y Salvador, donde el amor, la justicia, la compasión y la dignidad humana se convierten en ejes de conducta. Cuando la moral se vuelve relativa, esos valores se reducen a preferencias personales sin raíz trascendente, lo que debilita el compromiso con la verdad y el bien común.

 Este proceso genera un vacío moral que afecta no solo a las personas, sino también a las instituciones. Los jóvenes, educados en un ambiente donde “todo es válido”, enfrentan la tentación de desvincular su fe de su práctica diaria. El resultado es una existencia fragmentada: se profesa una creencia, pero se vive otra.

 El relativismo termina sustituyendo el amor y la solidaridad por el egoísmo y la utilidad, alimentando un individualismo que erosiona el sentido de comunidad. En palabras de Quinteros, la identidad cristiana deja de ser faro moral y se convierte en un recuerdo simbólico cuando se pierde la coherencia entre la fe y las conductas y actitudes cotidianas.

 El relativismo moral también distorsiona la noción cristiana de libertad. Mientras la fe enseña que la libertad auténtica consiste en elegir el bien y rechazar el mal, el relativismo la reduce a la simple autonomía de decidir sin referencia ética. Así, se confunde libertad con independencia absoluta y verdad con opinión.

 Para el cristiano, la verdad y el amor son inseparables, y toda auténtica libertad se construye en la búsqueda del bien común. Por ello, la identidad cristiana se reafirma solo cuando la fe se traduce en acción moral, cuando el creyente encarna los valores evangélicos en la vida cotidiana.

 Reflexión bíblica: verdad, libertad y testimonio

Desde la perspectiva bíblica, el relativismo moral contradice directamente las palabras de Jesús, escritas en nuestro escudo: “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32). En esta afirmación, Cristo revela que la libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino en vivir conforme a la verdad divina que libera del error y del egoísmo. Cuando el hombre rechaza esa verdad y convierte su conciencia en medida absoluta, cae en la esclavitud de sus propios deseos. El relativismo, entonces, no libera; encadena al yo y debilita la capacidad de amar auténticamente. UN DOMINICANO NO DEBERÍA SER UN RELATIVISTA MORAL.

 El apóstol Pablo, consciente de este peligro, exhortaba a los cristianos de Roma: “No se conformen a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). El discípulo de Cristo está llamado a resistir la presión cultural que diluye los principios del Evangelio y a mantener una mente renovada que discierna la verdad moral frente a las modas o ideologías del momento. Esta renovación interior es el antídoto contra el relativismo, porque reorienta la vida hacia lo que agrada a Dios y edifica a la comunidad.

 Finalmente, Jesús mismo advierte en el Sermón del Monte: “Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:13-14). Cuando la identidad cristiana se debilita, la sal pierde su sabor y la luz se oculta bajo el relativismo. Recuperar esa identidad implica vivir la fe con coherencia, humildad y firmeza moral, de modo que los valores cristianos vuelvan a iluminar la sociedad. Solo así la verdad del Evangelio podrá seguir transformando corazones y reconstruyendo el tejido ético de un mundo que, aunque cambiante, sigue necesitando dirección, esperanza y amor verdadero.

 GRATAVIDA

 



[1] . Quinteros Roque, C. A. (2025). Identidad cristiana y valores morales. Universidad Católica Sedes Sapientiae, Lima, Perú.

viernes, octubre 24, 2025

Crecemos en el silencio

 

Hace unos 40 años viví una experiencia única: ¡40 días de oración, reflexión, lectura de la Biblia y… SILENCIO! Al principio, no fue fácil. Luego, fue una de las más maravillosas cosas que he hecho por mi vida emocional y espiritual. Y, por eso, hoy quiero hablarles del silencio.

En una época marcada por el ruido constante —de pantallas, opiniones, urgencias y notificaciones— el silencio se ha convertido en un lujo escaso o en algo que nos es difícil (porque la verdad es que el ruido no es solo externo, también va por dentro). Y, sin embargo, es esencial para nuestro crecimiento.

 El silencio no es vacío ni pasividad; es, como señala Gentry (2021), “espacio para pensar mejor, decidir con calma y actuar con propósito”. En él, la mente se ordena, el alma se aquieta y el corazón se dispone a escuchar lo que realmente importa. Crecer como persona implica aprender a habitar ese silencio interior donde florecen la introspección, la claridad y la sabiduría.

 Desde una perspectiva cristiana, el silencio es el terreno fértil donde Dios habla. En la Biblia, Elías descubre que el Señor no estaba en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino “en el susurro apacible” (1 Reyes 19:12). Esa escena resume la pedagogía divina: solo quien calla por dentro puede escuchar la voz de Aquel que orienta, consuela y da sentido. El silencio, entonces, se convierte en oración sin palabras, en un acto de fe que nos libera de la necesidad de controlar y nos abre a la presencia amorosa de Dios.

Para el líder, el silencio es también una forma de autoridad serena. Un líder que calla sabe escuchar, observa antes de hablar, y no reacciona impulsivamente ante la presión. En el silencio madura la prudencia, virtud indispensable para guiar a otros con justicia y compasión. No hay liderazgo verdadero sin la capacidad de detenerse, discernir y actuar desde la paz interior. Los grandes líderes espirituales y sociales se distinguieron no solo por lo que dijeron, sino por la profundidad con que supieron guardar silencio para comprender mejor el momento y las personas a su alrededor.

 Lejos de ser una experiencia de soledad estéril, el silencio nos reconcilia con nuestra humanidad. Nos recuerda que no todo requiere respuesta inmediata, que muchas veces crecer implica esperar, escuchar y confiar.

Por tanto, cultivar el silencio no es huir del mundo, sino aprender a habitarlo con mayor plenitud. En un mundo ruidoso, quien elige el silencio elige también la profundidad; quien calla sabiamente, se escucha mejor a sí mismo, a los demás y a Dios.

 “Guarda silencio ante el Señor y espera en Él.” (Salmo 37:7)

GRATAVIDA

 

sábado, octubre 18, 2025

Las tareas escolares de nuestros hijos

 Sábados de fe y vida

ALGUNOS TIPS SOBRE LAS TAREAS ESCOLARES DE NUESTROS HIJOS

La infancia debería ser un tiempo de descubrimiento, juego y aprendizaje gozoso. Sin embargo, en muchos casos se convierte en una etapa marcada por la sobrecarga escolar. En muchos casos, el exceso de tareas roba a los niños un derecho fundamental: el derecho al tiempo libre y a una vida equilibrada.

Para muchos niños queda poco espacio para el descanso. Nuestro ritmo frenético parece también traspasarse a los niños, obligándoles a vivir bajo presión constante y con escaso margen para el disfrute (que no significa tener tiempo para las pantallas, tema que ya hemos tratado).

El problema no es la existencia de los deberes en sí mismos, sino su cantidad, su falta de adaptación y el escaso respeto por la diversidad de ritmos y capacidades. Para un niño con dislexia o con déficit de atención, por ejemplo, los deberes tradicionales pueden convertirse en un tormento que afecta no solo a su aprendizaje, sino también a su autoestima.

Más que una prueba de disciplina, los deberes deberían ser un recurso creativo, flexible y razonable. Proyectos de investigación, actividades prácticas o lecturas escogidas libremente pueden resultar mucho más significativos que páginas enteras de ejercicios repetitivos.

Leyendo un libro titulado “Cómo sobrevivir a los deberes de tu hijo”, extrajimos los siguientes tips propios para nuestra cultura:

Tips para padres

1.    No midas la valía de tu hijo por la cantidad de deberes hechos. La responsabilidad se mide por la actitud, no por el número de páginas completadas.

2.    Convierte la casa en un espacio de aprendizaje vivo. La cocina puede ser un laboratorio de matemáticas, y el parque un aula de ciencias.

3.    Evita las comparaciones. No digas “tu hermano lo hace más rápido” o “tus compañeros ya terminaron”. Cada niño tiene su propio ritmo y capacidad.

4.    Mantén una relación de respeto con los maestros. Expón tus inquietudes con argumentos claros y ofrece propuestas de mejora.

5.    Defiende el derecho al tiempo libre. Recuerda que jugar, descansar y pasar tiempo en familia son aprendizajes tan valiosos como los académicos.

6.    Enseña a tu hijo a reconocer sus límites. Anímalo a decir “ya es suficiente” cuando la carga escolar lo sobrepasa.

7.    Apoya el aprendizaje autónomo. En lugar de supervisar cada detalle, ofrécele recursos para que encuentre sus propias soluciones.

 GRATAVIDA

 

 

sábado, octubre 11, 2025

Empresas familiares y salud socio-emocional

LA SALUD SOCIO-EMOCIONAL: CLAVE EN LAS EMPRESAS FAMILIARES

El desafío está en construir estructuras emocionales tan sólidas como las financieras

Milton Tejada C.

Tomada del estudio citado.
En mayo de 2023 realizamos el “Estudio de Impacto – Labor del CDEF en el fortalecimiento de las empresas familiares en República Dominicana”. Esta investigación fue hecha junto a Carolina Féliz para la Asociación de Industriales de la Región Norte (AIREN), con el auspicio del ministerio de Industria, Comercio y Mipymes (MICM).

Al abordar los subsistemas clave de una empresa familiar destacamos como fundamental la familia y sus relaciones. La recomendación de expertos internacionales favorece el establecimiento de un Consejo de Familia (especialmente si la empresa a sobrevivido y ha llegado a la tercera generación) que tiene, entre otros objetivos, mantenerse al tanto de la marcha de la empresa, sus objetivos generales, desarrollar un plan de capacitación de la próxima generación, un plan de sucesión, resolver conflictos particulares y establecer y revisar un protocolo familiar.

Hoy quiero profundizar sobre un elemento clave de este subsistema que es la familia: la salud socio-emocional como factor de competitividad de las empresas familiares.

Más que negocios, son verdaderas historias de vida.

Las empresas familiares constituyen, sin exagerar, la columna vertebral de la economía dominicana y latinoamericana. No solo generan una parte significativa del empleo y del PIB, sino que sostienen valores que ninguna estrategia de mercado puede imitar: el compromiso, la continuidad, la confianza y la visión de legado. Sin embargo, en medio de las dinámicas de expansión, modernización y competencia global, se vuelve imprescindible mirar hacia adentro: hacia la dimensión humana y emocional que sostiene estos emprendimientos.

Porque una empresa familiar no sobrevive solo por sus cifras, sino por la salud emocional de quienes la integran. No es casual que muchos de los mayores conflictos empresariales surjan, no por estrategias erradas o crisis externas, sino por tensiones no resueltas, por carencias de comunicación, por heridas familiares que se infiltran en los procesos de decisión. Y es allí donde la salud socioemocional deja de ser un asunto privado para convertirse en un factor de gobernanza y sostenibilidad.

El corazón emocional de la empresa familiar

La empresa familiar es un espacio donde se entrelazan la razón económica y el afecto personal. Allí conviven los roles de padre, madre, hijo, hermano, socio y líder, a veces en una misma persona. Y ese entrecruce puede ser fuente de una fortaleza inmensa, pero también de una vulnerabilidad silenciosa.

Una familia empresaria emocionalmente saludable es aquella que logra diferenciar sin separar, que logra mantener lazos afectivos sólidos sin que estos obstaculicen la objetividad empresarial. Es aquella que comprende que el afecto no sustituye a la planificación, y que el liderazgo no se hereda: se construye y se gana con confianza, coherencia y servicio.

Como afirmaba Peter Drucker, considerado el padre del management moderno: “La cultura se desayuna a la estrategia todas las mañanas.” En el caso de las empresas familiares, podríamos decir: la salud emocional se desayuna a la rentabilidad si no se la cuida a tiempo o se le mantiene fuerte. Ninguna proyección de crecimiento será sostenible si la familia que sostiene el negocio se encuentra fragmentada, desgastada o sin propósito compartido.

Permanencia y productividad: una relación humana

La permanencia empresarial no se mide solo por los años que una compañía logra mantenerse en el mercado, sino por su capacidad de reinventarse sin perder su identidad. Y esa capacidad depende, en gran medida, de la calidad de las relaciones que la habitan.

Diversos estudios coinciden en que más del 70% de las empresas familiares no sobreviven a la segunda generación. Y cuando se analiza por qué, la respuesta rara vez está en los números. Está en la comunicación rota, en los liderazgos mal gestionados, en la falta de protocolos familiares, en la ausencia de espacios para hablar de emociones, de expectativas, de frustraciones.

La salud socioemocional —entendida como la capacidad de manejar las emociones propias y las relaciones interpersonales con equilibrio, empatía y autoconciencia— se convierte entonces en una ventaja competitiva. Un equipo familiar emocionalmente sano toma mejores decisiones, innova con menos miedo, maneja el conflicto con madurez y entiende que el éxito no es solo ganar dinero, sino también preservar vínculos y sentido.

De nada sirve una empresa rentable si la familia se rompe en el proceso. De poco vale un apellido en la fachada si dentro de las paredes reina la desconfianza. La verdadera herencia de una familia empresaria no es el capital acumulado, sino el clima emocional que deja a las siguientes generaciones.

La satisfacción familiar como indicador de éxito

Hay quienes miden el éxito en números. He aquí otro indicador: la satisfacción familiar. No es un concepto romántico: es una condición estratégica. Una familia satisfecha con su rol dentro de la empresa muestra niveles más altos de compromiso, productividad y cooperación. Cuando los miembros sienten que sus voces son escuchadas, que las decisiones son justas y que su bienestar importa, la empresa florece.

Aquí entra en juego un elemento clave: el equilibrio entre familia, empresa y propiedad. Cada esfera tiene su lógica, sus tiempos, sus reglas. Cuando una familia logra establecer espacios diferenciados —reuniones de negocio, encuentros familiares, órganos de gobierno— y mantener una comunicación transparente, los conflictos se vuelven manejables y la confianza se fortalece.

El desafío está en construir estructuras emocionales tan sólidas como las financieras. Así como se planifican las inversiones o los presupuestos, deben planificarse también las conversaciones difíciles, los procesos de sucesión, los momentos de descanso y los espacios de gratitud. Porque la salud socioemocional se cultiva, no se improvisa.

Hacia una visión integral de la sostenibilidad

Hablar hoy de sostenibilidad no puede limitarse al medio ambiente o a los indicadores económicos. Una empresa verdaderamente sostenible es aquella que cuida el alma de su organización. Y el alma de la empresa familiar es su gente.

Esa sostenibilidad emocional implica educar a las nuevas generaciones no solo en gestión, sino también en inteligencia emocional, liderazgo consciente, empatía y escucha activa. Implica reconocer que la vulnerabilidad no es debilidad, sino una puerta a la autenticidad. Implica, además, promover ambientes laborales donde los colaboradores —familiares o no— se sientan parte de una historia que tiene sentido.

Quiero concluir recordando una frase de Viktor Frankl, quien decía: “Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos.” Es la gran tarea de las familias empresarias hoy: cambiarse a sí mismas antes de que las circunstancias las obliguen a hacerlo. Revisar su forma de comunicarse, de decidir, de compartir, de ceder el testigo generacional. Comprender que cuidar la salud emocional de la familia es cuidar el futuro de la empresa.

 

viernes, octubre 10, 2025

Entendiendo a tu preadolescente

 PREADOLESCENTES: RESPONSABILIDAD, LIBERTAD Y LÍMITES

 Entenderlos y acompañarlos es fundamental para el desarrollo de su carácter

 Milton Tejada C.

La maestría en Psicología Evolutiva me llevó a establecer con claridad -en mi marco de comprensión de la realidad humana- que cada etapa del desarrollo de las personas es única, con desafíos únicos.

Una de esas etapas es la PREADOLESCENCIA. Leía recientemente un libro que ya tiene diez años: “Entiende a tu preadolescente: lo que padres y maestros debemos saber”[1], de Mark Oestreicher. Genial: un preadolescente es un “NI-E”: ya no son niños, pero tampoco son adolescentes.

 Es decir, se encuentran en una transición con grandes cambios en su cuerpo, su mente y sus emociones. ¿Entiendes esto como padre o como maestro?

 Hay algunas claves valiosas para comprender mejor a nuestros preadolescentes y para acompañarlos con inteligencia, con empatía. No lo olvides: tú eres el adulto.

 Por ejemplo, los adultos nos centramos en el desarrollo físico. “¡Cuánto está creciendo!”, decimos, pero olvidamos un elemento fundamental: el desarrollo del cerebro. Los cambios cognitivos son aún más trascendentes. El inicio del pensamiento abstracto transforma la forma en que los preadolescentes perciben el mundo, las relaciones y la fe.

 Ya no basta con respuestas simples: comienzan a hacerse preguntas más profundas, a especular sobre lo que no ven y a experimentar tensiones emocionales que antes no existían.

 Oestreicher plantea un elemento relevante: la responsabilidad.

 Ojo, queridos padres: la meta principal como padres (o como maestros) no debe ser criar “niños felices” o “mini versiones de nosotros mismos”, sino acompañar el proceso hacia la adultez.

 Clave: dar responsabilidades reales y significativas, en vez de caer en la trampa de la sobreprotección o el control excesivo. El exceso de control puede sofocar la vida de los preadolescentes y privarlos de aprendizajes esenciales que solo surgen del riesgo y del error. ¡No tengas miedo de que se equivoquen!

Debemos estar presentes (bueno, lo de debemos ya para mi es pasado, mis hijos son adultos), no como vigilantes, sino como acompañantes activos. Esto implica intencionalidad, tiempo, flexibilidad y la disposición a caminar junto a los chicos incluso en medio de sus fracasos. Estar al lado de ellos en momentos de triunfo y en momentos de dolor permite moldear su carácter y ayudarles a madurar. Ojo: moldear el carácter, esto es fundamental.

Esta etapa presenta desafío, pero también es una oportunidad de crecimiento. Los preadolescentes necesitan adultos que les inspiren confianza, que les respondan con honestidad y que les ofrezcan un equilibrio entre libertad y límites. Solo así estarán mejor preparados para asumir su vida con autonomía, fe y responsabilidad.

 Algunos tips de la lectura de Oestreicher:

 

  1. Responde preguntas difíciles con paciencia y sinceridad. No basta con decir que “es bueno preguntar”: los preadolescentes necesitan sentirse escuchados y recibir respuestas que los inviten a seguir reflexionando
  2. Valora el cambio en su cerebro tanto como el físico. Reconoce que las emociones intensas, las dudas de fe o los conflictos con las reglas son parte del desarrollo cognitivo, no simples “rebeldías”
  3. Da responsabilidades reales. La adultez comienza a formarse cuando los chicos tienen tareas significativas y viven las consecuencias de sus decisiones
  4. Prefiere el compromiso al control. Estar presente, dedicar tiempo e involucrarse en la vida de los preadolescentes impacta mucho más que imponer reglas rígidas sin relación cercana
  5. Equilibra libertad con límites claros. La libertad los ayuda a crecer, pero sin un marco se sienten abrumados o paralizados. Ajusta los límites según demuestren responsabilidad
  6. Reconoce su necesidad de independencia. Muchas veces aparentan no querer cercanía, pero en realidad es una etapa de diferenciación. No dejes de estar presente, aunque pidan distancia
  7. Acepta el error como parte del aprendizaje. Los riesgos y fracasos son espacios donde se forja el carácter y se consolidan valores duraderos


[1] . Oestreicher, M. (2016). Entiende a tu preadolescente: lo que padres y maestros debemos saber. Dallas, Texas: e625.

domingo, octubre 05, 2025

Todo se trata de Dios

 Imposible de ignorar: cuando la creación nos habla de Dios

Basado en la prédica de Loren Montalvo, 5 de octubre de 2025

 El asombro de un niño y la grandeza de Dios

A veces, las preguntas más profundas vienen de labios pequeños. “¿Cómo es Dios?”, preguntó Rafael Andrés, y su padre comprendió que responder aquello era tan complejo como explicarle a una mosca cómo se construye un edificio. Esa pregunta nos rebasa, porque nunca podremos definir completamente a Dios. Sin embargo, podemos ver cómo Él se ha revelado a nosotros: a través de su creación, de su Palabra y de su amor infinito.

 Cuando observamos la tierra desde lejos, se vuelve un punto diminuto en medio de un universo inmenso. Y si miramos con un microscopio, encontramos sistemas diminutos que funcionan con precisión asombrosa. El mismo Dios que hizo galaxias inconmensurables se detuvo a crear el detalle de una hoja o las patas de un insecto.

 Como dice Romanos 1:20: “Por medio de todo lo que Dios hizo, ellos pueden ver a simple vista las cualidades invisibles de Dios: su poder eterno y su naturaleza divina.”

 Cada rincón del universo es una pista del carácter de Dios. Él se revela en lo grande y en lo pequeño.

 Un Dios sin límites, omnisciente y todopoderoso

Dios no tiene los límites del tiempo ni del espacio. Él siempre ha existido y siempre existirá. Es omnisciente —todo lo sabe—, como nos recuerda Hebreos 4:7, y todopoderoso, porque todo fue creado por Él, por medio de Él y para Él.

 Y, aun así, ese Dios inmenso se interesa por nosotros. No porque nos necesite —pues Él nada necesita—, sino porque nos ama. En su grandeza, Dios ha decidido acercarse al ser humano, invitarnos a su presencia y mostrarnos misericordia.

 El Dios justo y santo

En un mundo donde todo parece relativo, Dios permanece como la medida absoluta de lo justo. Mientras los hombres cambian sus estándares, el Señor no se mueve de los suyos: da a cada uno lo que le corresponde, sea recompensa o corrección.

 Muchos se atreven a cuestionar a Dios, pretendiendo que se ajuste a su lógica o emociones. Pero Dios no se equivoca. Cuando nuestras ideas no coinciden con las suyas, somos nosotros quienes debemos corregir el rumbo. “Dios es amor”, y en Él no hay sombra de maldad.

 Isaías comprendió esto cuando vio la gloria del Señor y exclamó: “¡Ay de mí, que tengo labios impuros!” (Isaías 6). Su encuentro con la santidad divina lo llevó a reconocerse pequeño y necesitado de gracia. Lo mismo sucedió con Moisés, quien solo con ver un reflejo de la presencia divina regresó con el rostro resplandeciente.

 Cuando comprendemos quién es Dios

Pensar en quién es Dios debería transformar todo: cómo oramos, cómo vivimos, cómo amamos y cómo enfrentamos los problemas. Lo que nos parece enorme se vuelve diminuto ante la inmensidad del Creador.

 El Dios de majestad infinita es también el Dios que nos invita a acercarnos:

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:16)

 Él no necesita amarnos, pero lo hace. No necesita buscarnos, pero nos busca. Y eso cambia todo.

 Todo se trata de Dios

En cien o ciento cincuenta años, nadie recordará nuestros nombres. Ni los premios, ni las posiciones, ni los logros permanecerán. Porque la vida no se trata de nosotros, sino de Dios. Hemos sido creados para darle gloria, y solo así habremos vivido bien.

 Todo —nuestros hijos, trabajos, posesiones, relaciones y talentos— tiene un propósito: reflejar su gloria. Vivimos para Él, y esa es nuestra verdadera plenitud.

 Un ejercicio para el alma

Esta semana, antes de orar, pensemos en el Dios que hizo el universo, que diseña los detalles más diminutos y que, aun siendo tan grande, nos ama con ternura. Ese es el Dios al que adoramos.

 Recordemos: su poder es inmenso, su justicia perfecta, su amor inagotable.

Y ante tal grandeza, solo queda una respuesta: vivir para Él.

 “Los cielos proclaman la gloria de Dios, y el firmamento muestra la obra de sus manos.” (Salmos 19:1)

sábado, octubre 04, 2025

Padres, hijos y comunicación

Sábados de fe y vida

ESCUCHAR PARA EDUCAR: EL ARTE DE HABLAR CON NUESTROS HIJOS

Una guía para padres que buscan transformar la comunicación en su hogar

El libro Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen de Adele Faber y Elaine Mazlish es mucho más que un manual de crianza: es una invitación a transformar la comunicación en el hogar. Surgido de talleres con padres, maestros y psicólogos, su propósito es brindar herramientas prácticas para que la convivencia con los hijos no se base en la imposición ni en la indiferencia, sino en la comprensión y el respeto mutuo. Como expresan las autoras, “nuestra meta más importante es la constante búsqueda de métodos que afirmen la dignidad y la humanidad tanto de los padres como de los hijos”.

Confieso que en la crianza de mis hijos no siempre fui un modelo de comunicación adecuada. Quizás  por eso puedo hablar desde el aprender de los errores, con la confianza de que otros no cometan los míos.

 Si deseas que te envíe la guía en formato digital, escríbeme un mensaje directo. No dejes de escribirnos sobre tus consejos, inquietudes, experiencias sobre este tema.

 El poder de aceptar los sentimientos

Una de las enseñanzas fundamentales de este libro es la importancia de reconocer y validar los sentimientos de los niños. Con frecuencia, los padres reaccionan negando o corrigiendo las emociones: “No puedes estar cansado, acabas de dormir” o “Ese programa no es aburrido, fue educativo”. Sin embargo, estas respuestas desconectan a los hijos de sus propias percepciones y generan frustración.

 Las autoras proponen estrategias simples pero transformadoras: escuchar con atención, responder con una palabra empática (“Ya veo”, “Mmm”), dar nombre a los sentimientos (“Debió ser muy decepcionante”) y conceder en la imaginación lo que el niño desea (“Ojalá pudiéramos comer helado todos los días”). De esta forma, el niño se siente comprendido y puede autorregularse. Como sintetizan las autoras: “Todos los sentimientos pueden aceptarse. Ciertas acciones deben restringirse”.

 Cómo obtener cooperación sin gritos ni sermones

Otro eje central del libro es enseñar a los padres que la cooperación se logra mejor sin amenazas ni largos discursos. Los niños responden positivamente a mensajes claros y visuales: describir la situación (“La leche se derramó en el piso”), dar información concreta (“el juguete debe guardarse en su caja”), expresar sentimientos (“me molesta encontrar zapatos en la sala”) o escribir notas de recordatorio (“apaga la luz cuando salgas”). Estos métodos sustituyen el clásico regaño por herramientas que invitan a la responsabilidad.

 Las autoras enfatizan que el ejemplo y la claridad pesan más que la crítica. Así, los padres pueden “obtener cooperación sin humillar ni controlar en exceso”.

 Alternativas al castigo: enseñar sin herir

El libro dedica un capítulo a mostrar caminos distintos al castigo tradicional. En lugar de sancionar con gritos o privaciones, se sugieren alternativas como señalar una forma de ser útil, expresar una desaprobación enérgica, pero sin atacar el carácter del niño, indicar expectativas claras, ofrecer elecciones y permitir que los hijos experimenten las consecuencias naturales de sus actos

 De este modo, los niños aprenden responsabilidad sin resentimiento. Como advierten las autoras: “Para muchos niños, estos enfoques bastarían para alentarlos a actuar de una manera más responsable

 Fomentar la autonomía: crecer con confianza

Faber y Mazlish insisten en que los padres no deben hacer todo por los hijos, sino darles espacio para crecer. Fomentar la autonomía implica permitir que los niños tomen decisiones (“¿Quieres ponerte los pantalones grises o los rojos?”), respetar sus esfuerzos, no hacer demasiadas preguntas, no apresurarse a dar respuestas y animarlos a buscar recursos fuera del hogar

 La autonomía fortalece la autoestima. Al confiar en ellos, los padres transmiten un mensaje poderoso: “Eres capaz, puedes hacerlo”. Esto no significa dejarlos solos, sino acompañarlos con respeto y apoyo.

 La importancia de la alabanza adecuada

Otro tema clave es cómo alabar a los hijos. Una alabanza mal dirigida puede generar dependencia o presión. En cambio, la recomendación es describir lo que se observa y reconocer el esfuerzo, en lugar de emitir juicios globales como “Eres el mejor”. Por ejemplo, decir “Ordenaste tus juguetes con mucho cuidado” ayuda al niño a verse como alguien responsable, sin necesidad de buscar constantemente aprobación externa.

 Liberarlos de los roles que los limitan

El libro también aborda cómo evitar encasillar a los hijos en roles rígidos (“el travieso”, “la responsable”, “el flojo”). Tales etiquetas condicionan el desarrollo y dificultan la relación entre hermanos. Para romper esos patrones, se sugiere mostrar nuevas perspectivas, ofrecer oportunidades diferentes y destacar cambios positivos.

 Una nueva forma de relacionarse en familia

Al final, Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen propone un cambio profundo: pasar de la autoridad basada en el miedo a la autoridad basada en la empatía, la comunicación y el respeto. Los ejemplos muestran que los niños no necesitan sermones, sino adultos que sepan escuchar y guiar. Como concluyen las autoras: “Lo que a las personas de cualquier edad les gusta escuchar en un momento de aflicción no es una palabra de acuerdo o de desacuerdo: necesitan que alguien reconozca lo que están experimentando”.

 En conclusión

Esta obra conecta con la experiencia real de los padres y ofrece recursos prácticos para la vida cotidiana. Su mensaje es claro: una comunicación respetuosa no sólo mejora la convivencia en el hogar, sino que prepara a los hijos para ser adultos seguros, responsables y capaces de manejar sus emociones. Educar, en definitiva, es aprender a escuchar con el corazón.

 Referencia:

Faber, A., & Mazlish, E. (2007). Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen. Centro de Atención y Servicios Psicológicos VivirLibre.org.

GRATA VIDA


 

viernes, septiembre 26, 2025

Dormir bien, clave de salud

 Sábados de fe y vida

 DORMIR BIEN, CLAVE DE SALUD Y LONGEVIDAD

Este artículo surge de una necesidad personal: duermo mal y poco. Es decir: poco tiempo y de baja calidad. Me propuse comprender esta dimensión básica de la salud y de envejecer con calidad (junto a la actividad física, la nutrición y la salud mental son cuatro patas del vivir en abundancia, es decir, de una GRATA VIDA). Además, lo remito un día anticipado porque mañana estaré “fuera del aire”.

 Dormir no es un lujo. Es un pilar de la salud tan esencial como la nutrición, la salud mental y el ejercicio. Durante mucho tiempo se creyó que dormir era “perder el tiempo”, pero hoy sabemos que cada hora de sueño reparador construye futuro: más energía, más claridad mental, más salud y más años de vida

 Sueño y calidad de vida

La ciencia es clara: quienes duermen entre 7 y 9 horas cada noche no solo disfrutan de mejor bienestar, sino que también viven más tiempo. Dormir poco eleva el riesgo de hipertensión, diabetes, depresión y enfermedades neurodegenerativas. En cambio, dormir demasiado suele ser reflejo de problemas de salud subyacentes. En ambos casos, la longevidad se ve afectada.

 El Dr. Peter Attia (leí su libro sobre “La ciencia y el arte de la longevidad”) lo aprendió a base de experiencia: durante años creyó que sacrificar el sueño era señal de disciplina y productividad. Pero la privación crónica lo llevó al límite: quedarse dormido en un quirófano fue la llamada de atención que le mostró que el sueño no es un obstáculo al éxito, sino la condición indispensable para alcanzarlo

 Lo que el sueño hace por ti

Cada noche de buen descanso tu cuerpo trabaja en silencio:

  • Repara tejidos y fortalece músculos.
  • Protege el corazón, regulando presión e inflamación.
  • Limpia el cerebro, eliminando toxinas como la beta-amiloide que favorece el Alzheimer
  • Fortalece el sistema inmune, preparándote para resistir infecciones.
  • Equilibra el metabolismo, ayudando a mantener un peso saludable y reduciendo el riesgo de diabetes.
  • Mejora el ánimo y la claridad mental, haciéndote más resiliente frente al estrés.

 Dormir bien, en definitiva, es un seguro de vida accesible cada noche.

 Punto de vista bíblico

Sí, la Biblia también ofrece reflexiones sobre el sueño y su relación con el descanso, la paz y la confianza en Dios. No habla en términos médicos modernos, pero sí en principios espirituales que refuerzan la importancia de dormir bien. Aquí algunas citas (NVI):

  • El descanso como regalo de Dios: “En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado.” (Salmo 4:8)
  • El sueño reparador viene de la confianza: “Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes. En vano madrugan ustedes, y se acuestan muy tarde, para comer un pan de fatigas, porque Dios concede el sueño a sus amados.” (Salmo 127:1-2)
  • El sueño como señal de paz interior: “Cuando te acuestes, no tendrás temor alguno; te acostarás, y dormirás tranquilo.” (Proverbios 3:24)
  • La importancia del equilibrio: La Biblia advierte contra la pereza excesiva que también se asocia al dormir demasiado: “Un poco de sueño, un poco de siesta, un poco de cruzarse de brazos para descansar, y te asaltará la pobreza como un bandido, y la escasez como un hombre armado.”(Proverbios 6:10-11)

 En resumen: la Biblia presenta el buen sueño como un don divino ligado a la confianza en Dios y al equilibrio en la vida. Dormir bien no solo restaura fuerzas, sino que refleja una vida puesta en las manos del Señor.

 Cómo cultivar un sueño saludable

El sueño de calidad no ocurre por casualidad: se construye con hábitos. Existen especialista que pueden ayudarte, pero aquí algunas prácticas comprobadas:

  • Mantén horarios regulares: acuéstate y despierta a la misma hora.
  • Prepara un ambiente oscuro, fresco y silencioso en tu dormitorio.
  • Desconéctate de pantallas al menos dos horas antes de dormir.
  • Evita cafeína, alcohol y nicotina en la tarde.
  • Haz ejercicio con frecuencia, pero no justo antes de acostarte.
  • Usa la cama solo para dormir o para la intimidad.
  • Si necesitas una siesta, que sea corta: 20-30 minutos máximo

 Una invitación personal

Dormir no es un obstáculo al éxito, sino la base invisible que sostiene cada logro. Como recuerda Attia, priorizar el sueño es priorizar tu futuro: tu salud, tu familia, tu capacidad de disfrutar la vida plenamente.

 Dormir bien es un acto de autocuidado, una declaración de amor a la vida. Y mucho mejor si tu dormir es colocado en las manos de nuestro Dios.

 GRATA VIDA

 

domingo, septiembre 21, 2025

Lo que Dios pide de ti

 ¿Qué pide Dios de ti?

Pastor Rafael Montalvo / 21 de septiembre, 2025

(Reflexión sobre Efesios capítulos 4, 5 y 6)

 

La Biblia enseña que la salvación es un regalo de Dios, fruto de su gracia y no de nuestras obras. No la hemos recibido por mérito propio, sino por un favor inmerecido de parte del Señor. Esta verdad es el punto de partida para entender la vida cristiana: no vivimos para ganarnos la salvación, sino que vivimos de acuerdo a pautas dadas por el mismo Dios y lo hacemos como respuesta agradecida a lo que ya hemos recibido en Cristo.

 La conducta de los hijos de Dios

Así como alguien que pertenece a la realeza debe mostrar con su manera de vivir su posición privilegiada, de igual forma los creyentes debemos reflejar en nuestro comportamiento que somos hijos del Rey. El cristianismo no se demuestra con discursos elocuentes ni con un conocimiento meramente intelectual de la doctrina, sino con una vida transformada. Si alguien dice conocer a Cristo pero su vida desmiente sus palabras, vive en engaño. El llamado del Evangelio es a mostrar una vida digna, no perfecta, pero sí coherente con la fe que profesamos.

 Humildad, mansedumbre y unidad

Efesios 4 nos exhorta a vivir “siempre humildes y amables, pacientes y tolerantes unos con otros en amor”. La humildad nos libra del orgullo y la arrogancia, que no son de Dios. La mansedumbre es serenidad y dominio propio, la capacidad de responder con bondad incluso frente a la ofensa. La paciencia, por su parte, nos ayuda a soportarnos en amor, reconociendo nuestras diferencias y limitaciones. Estas virtudes hacen posible que seamos pacificadores y que luchemos por mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.

 Renovación de la mente y abandono del viejo hombre

Cuando venimos a Cristo, el Espíritu Santo produce un cambio profundo. Ya no podemos vivir entregados a los deseos engañosos que antes nos dominaban. El apóstol nos llama a despojarnos del viejo hombre y ser “renovados en la actitud de la mente”, lo cual se logra leyendo la Palabra, buscando la comunión con otros hijos de Dios y permitiendo la obra del Espíritu. Vestirnos de la “nueva naturaleza” significa vivir en justicia y santidad, hablando la verdad en lugar de la mentira, trabajando con honestidad en lugar de robar, y usando nuestras palabras para edificar en lugar de destruir.

 El control del enojo y las palabras

La Escritura reconoce que podemos airarnos, pero advierte: “no pequen”. El enojo no debe prolongarse, pues abre la puerta al enemigo. Por eso se nos pide resolver los conflictos con rapidez. Asimismo, debemos cuidar nuestro lenguaje: evitar la conversación obscena y elegir palabras que edifiquen y bendigan a quienes escuchan. El cristiano está llamado a abandonar la amargura, los gritos y las calumnias, reemplazándolos con bondad, compasión y perdón, tal como Dios nos perdonó en Cristo.

 Andar en amor como hijos de luz

En Efesios 5, Pablo nos invita a imitar a Dios como hijos amados y a andar en amor, siguiendo el ejemplo de Cristo, que se entregó como ofrenda y sacrificio. Esto implica vivir alejados de la inmoralidad, la avaricia y las palabras groseras, cultivando en su lugar la gratitud. Antes vivíamos en oscuridad, pero ahora somos luz en el Señor; por eso debemos caminar en bondad, justicia y verdad, comprobando lo que agrada a Dios y denunciando las obras infructuosas de las tinieblas.

 Relaciones transformadas por el Evangelio

El apóstol también muestra cómo la fe impacta nuestras relaciones cotidianas:

·         En el matrimonio, se llama a las esposas a respetar a sus esposos y a los esposos a amar a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia, con entrega y cuidado.

·         En la familia, se exhorta a los hijos a honrar a sus padres y a los padres a criar a sus hijos en la disciplina del Señor, sin provocar resentimiento.

·         En el trabajo, tanto empleados como empleadores deben servir y tratar con justicia, sabiendo que todos tenemos un mismo Señor en los cielos.

Estas enseñanzas muestran que el cristianismo no es solo teoría, sino una forma de vida que toca todas nuestras áreas: hogar, relaciones y labor diaria.

 La armadura de Dios

Finalmente, en Efesios 6, Pablo recuerda que la vida cristiana es una batalla espiritual. Nuestra lucha no es contra personas, sino contra fuerzas de maldad. Por eso necesitamos la armadura de Dios:

·         El cinturón de la verdad.

·         La coraza de justicia.

·         El calzado del evangelio de la paz.

·         El escudo de la fe.

·         El casco de la salvación.

·         La espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.

Solo revestidos con estas armas podremos resistir en el día malo y mantenernos firmes en el Señor. Además, se nos manda a orar en todo momento, intercediendo por todos los creyentes y manteniéndonos alertas en la fe.

 En conclusión

La vida cristiana no se sostiene en nuestras propias fuerzas, sino en el poder del Espíritu Santo. Dios nos llama a ser pacificadores, a vivir en amor, a reflejar la santidad de Aquel que nos llamó. No se trata solo de evitar lo malo, sino de cultivar una vida de bondad, justicia, verdad y gratitud. Ser cristiano significa caminar como hijos de luz, imitadores de Dios, y estar preparados para la lucha espiritual con la armadura del Señor. En todo, el propósito es que nuestras vidas glorifiquen a Cristo y sean testimonio de su gracia transformadora.